lunes, diciembre 19, 2005

Alexithimia Today


Luz. Una joven en uniforme militar baldea a un hombre oscuro. Él está atado y semidesnudo, ojos que miran. Ella deja el balde debajo de la mesa, se apoya al escritorio y escribe algo en una hoja. Se sienta. Se saca un chocolate del bolsillo, lo abre, le da un mordisco. Lo mira.

Es la luna que me pone mal. Ayer me di cuenta. Estábamos en el baldío de atrás, cerca del río. Cavamos una fosa, a algunos que no aguantan los tiramos ahí. Cada tanto, pasa. No aguantan. Me di cuenta, digo. Por la luna llena. Se me hincha acá. Siento una protuberancia extraña. Me imagino un tubérculo marrón. Algo que vi en algún lugar y no sé lo que es. Como una langosta, digo. Hace presión y se mueve...
Qué imaginación, ¿no?. Se me ocurre cada cosa... Igual es por esta misión. Otras misiones eran más movidas y yo no andaba pensando cosas raras. Para nada. Claro, es eso. Es el trabajo. La oficina.

Sale de la habitación. Vuelve con una taza de café.

Seguro, man. Yo no soy una mujer de escritorio. Yo soy una mujer de acción. A mí me gusta actuar, man. Actuar a lo grande. Una operación especial, eso quiero. No soy una burócrata. Soy un soldado, una guerrera soy. Lo que necesito es un poco de adrenalina. En esta rutina me aburro, no sé quién soy. Yo sé quién soy cuando tengo enfrente una misión infinita, brillante, exuberante. Una grandiosa explosión. Ahí soy. Soy en el campo de batalla. Soy en un tanque. Atravesando una ciudad, atravesando una ciudad y sus calles desiertas cubiertas de cuerpos amarillos y lánguidos, esos cuerpos que tienen los chinos, esos cuerpos flácidos. Los odio. Los tengo enfrente y sé que los puedo pisar, que puedo avanzar con mi tanque y destrozarlos, hacerlos mierda. Pulverizar, eso quiero. Quiero hacer explotar una bomba en una barriada, quiero mirar desde el avión e imaginar los cuerpos volando en mil pedazos sobre la ropa a secar. Cortar los brazos. Mutilar. Que se acuerden. Que se acuerden bien de quiénes somos. No nos van a joder, que no nos jodan más. Lo único que quiero es una buena misión, un equipo eficiente, seguridad, unión. Presencia, respeto por el trabajo bien hecho, decisión, firmeza, orden, limpieza. Sobre todo limpieza. No puedo soportar la suciedad, ni las caras sucias ni los pies descalzos ni la incomprensión. Que hablen mi idioma. Que tengan mi olor. Que se limpien y se duchen, ¡por Dios!. Que no jodan. Me irrita cuando los siento cerca. Me irrita el color. La forma del cuerpo. EL toqueteo ése que tienen entre ellos, me repugna. Sí, y la forma de mirar. Demasiado miran. ¿Qué carajo se piensan?, ¿que pueden mirar con esos ojos?, ¿mirar qué, eh?, ¿qué mirás hijo de puta? ¿qué mirás?
...


Suerte tienen que estamos acá. Si no seguirían por siglos como simios, revolcándose en la mierda de sus asquerosos barrios. Acá estamos para darles organización, democracia y principios. Lo mejor, sabés qué es lo mejor, lo mejor es un vuelo místico. Un vuelo de unión, de entrega. Imaginate vos y yo juntos en una misión. Juntos abrazados caminando en una pista de aterrizaje. Vos te tambaleás y yo te sostengo, te abrazo, te acompaño hasta la portezuela del avión. Te ayudo a subir. En el avión hay una hilera de cuerpos, otros como vos, dormidos. Te ayudo a subir y te extiendo. Ahí te quedás, en el suelo. Vamos a volar, volaremos juntos, man. Voy a tu lado de pie, y otros como yo están de pie a mi lado, apoyados a las paredes del avión. Como un círculo mágico. Guardamos silencio. Es la costumbre, como un ritual. Vos estás medio despierto, casi dormido. Volamos, empezamos a volar. El aparato comienza a temblar. La portezuela queda abierta, hay mucho viento. Mucho ruido, mucho ruido dentro y ruido exterior. No nos miramos con los otros, cada cual está en lo suyo. En qué pensarán, me pregunto. Yo en ese momento convoco a mi luz interior. (se sube a la mesa) Convoco a mi fuerza, soy yo. Soy yo la que está ahí en esa misión. Sobre la gran ola del tiempo (surfea). Empiezo a llamar a todos mis antepasados, a mis ancestros los guardianes de la civilización. Yo soy la hija del desierto, la defensora de la luz celestial. Acá estoy, en alma y cuerpo. ¡Venceremos sobre el mal y la confusión, el bien ganará también esta batalla y librará a los hombres de buena voluntad del terror y la barbarie! Sí, man. ¡Ahora sí que estoy viva!...
(se arrodilla sobre la mesa)
El capellán te bendice, nos bendice. Te vamos a salvar. Ahora ya estás dormido. Desde la cabina nos hacen señas y empezamos a lanzar los cuerpos al mar. Vuelan. Se deslizan suavemente. Tiemblan como muñecos de trapo rellenos de arena. Veo tu cuerpo desnudo caer en el vacío. Silencio. Es un momento grandioso. Qué intimidad con Dios. Casi puedo sentir su aliento. Nunca imaginé algo parecido.

Mira el reloj. Apunta algo. Se incorpora y sale de la habitación. Vuelve. Duda. Va al armario y saca una cámara de fotos.

Esto me mata, man. No hay diversión. Y también es eso, ¿no? ¿Para qué venimos al mundo? En la foto seguro que estoy bien (se saca una foto con el tipo). Cuando la vea papá, no se lo va a poder creer. Ya lo oigo: ¡le reventaste las tripas, eh Julie! La pequeña Julie por fin hace algo que vale la pena. ¡La hija pródiga de América!. Una fiesta voy a hacer cuando vuelva a casa. Una fiesta enorme con cerveza, gente y piletas por todas partes. Me voy a comprar una casa de madera, perfecta, igual. Autos quiero. Quiero autos y una estación en algún lugar, una gasolinera. Sí. Mucho motor. Mucho motor y orgías en la playa y tequila. Mucho tequila. Máquinas cortacésped de última generación, batidoras, licuadoras y aire acondicionado el mejor. Un gran televisor, el más grande, una pantalla gigante. Máquinas tragaperras en mi habitación, muchas, a todo color. A todo trapo todo y la música a todo lo que da. Sí, man. Y para el viejo un seguro, puede ser. Puede ser. Me pagó la educación. Una parte, bah. La otra me la pagué yo. Cómo estará, ese viejo hijo de puta. Me acuerdo, sabés, me acuerdo una noche que gané en la escuela. Estábamos sentados después de cenar y la perra comía los restos subida a la mesa. Eran spaghetti con carne, de esos que te traen a casa. Mamá se levantó mientras papá leía y se rascaba la espalda contra la pared. Yo oía la voz de papá y la espalda de mamá haciendo ese sonido horrible. Cuando acabó de leer papá bajó la cabeza y escondió los ojos en los spaghetti. Empezó a sorber el jugo y luego se limpió la salsa que le chorreaba por las comisuras, agarró su copa y la miró a mamá. Cheers, le dijo...(risa) En la tele daban lo de siempre las risas sincopadas y los negros apaleados en Los Angeles ardiente. Esa noche no pude dormir, los gatos de Matt maullaban de frío en el aire acondicionado y a la mañana siguiente tuve una hemorragia interna mientras me duchaba. El agua caliente caía a borbotones sobre mi cuerpo y de pronto se abrió mi esfínter dejando escapar un chorro de mierda líquida como barro con brotes de hierba. Me sentía morir me encontraba tan mal con los pies en el charco de mierda no pude salir de mi bañera y cada vez había más agua mezclada con mierda y me volví loca. Salí de la bañera con los pies chorreando y corrí el pestillo de la puerta. Tardé horas en limpiar aquello. Cuando salí del baño papá ya se había ido al despacho y mamá hablaba con Fernando de las herramientas. Fleebag comía el desayuno en la mesa. Papá me había dejado el tarro de las medicinas y la tarjeta en la repisa. Hacía frío. Salí a correr, como siempre, en la niebla (corre). Detrás de la casa había montañas un camino de tierra. Mucho silencio. Estaba cansada pero igual corrí un poco hasta la curva de arena, y corrí más, y seguí corriendo y empecé a marcar el ritmo con la respiración (respira), y corría, corría, corría, corrí durante mucho tiempo. La niebla había empezado a cubrirlo todo y sólo podía ver el pico de las montañas allá lejos. De pronto oí un pájaro o un crujido. Me detuve. (se detiene) Sentí un aire fresco en la nuca. Luego miré al suelo, a mis pies. Y vi mi zapatilla Nike, blanca, reluciente. De la mitad hasta la punta asomada a un precipicio. Se desprendían piedras, arena. Casi me caigo. Casi me caigo de la niebla al vacío.