miércoles, diciembre 12, 2007

Esclavos del amor

Esc. 1. Int/día

En el interior de la cocina de un restaurán, un cocinero de rasgos exóticos enjuto, de unos 45 años y su ayudante de cocina, un joven de rasgos centro europeos corpulento, de unos 35 años. Ambos, vestidos con uniformes de cocina blancos y delantales de colores vivos, están leyendo una revista.

Cocinero: (grita pronunciando marcadamente las erres) ¡¡¡Esclavo del amorrrrrr!!! ¡¡¡soy un esclavo del amorrrrrr!!! (levanta la revista al aire) Ves tío, tú no me escuchas. ¿Qué te digo yo, guapo? Esto, ves (señala la página de la revista), fin de semana ardiente, serás un esclavo del amor (golpea la página) ¿Qué soy yo?, un tío cachondo, ¡claro!...

Ayudante: (con autoridad, leve acento eslavo) a ver, déjame ver... (quitándole la revista de las manos). Tranquilo tío, no pasa nada... (lo separa un poco con el brazo).

Vemos el detalle de la página del horóscopo.

Ayudante: Sagitario...mmh, veamos... tendrás diferentes oportunidades de seducción. Prepara tus armas.

Primer plano de la sonrisa de oreja a oreja del ayudante, levanta las cejas como si hubiera descubierto algo.

Ayudante: ¡Bien!Yo tengo todo preparado (ríe) ¿Sabes cómo lo llaman a este en mi tierra? (señalándose la entrepierna)... ¡¡¡¡Kalashnikov!!!!

Los dos estallan en carcajadas, el cocinero le da palmadas en la espalda al ayundante. Del otro lado del mostrador, bajo el arco que da hacia el comedor del restaurán, aparece una camarera, de aspecto latino, prolija, bonita, de unos 30 años, lleva un pequeño delantal que deja ver sus formas femeninas debajo de la camiseta escotada.

Camarera: (zalamera) ¿pueden ser dos platos del día?
Cocinero: ¡no!, ¡no puede ser! (suelta una carcajada ruidosa y se da la vuelta para preparar los platos)
Ayudante: (seductor) ¿qué pasa bonita, cómo va por ahí afuera?
Camarera: (irónica) como siempre, hambrientos...
Ayudante: ¿y tú? ¿cómo estás? ¿has descansado bien hoy?
Camarera: maso (sonríe)
Ayudante: (confidencial) ¿has hecho amor esta noche?

La camarera baja la mirada. El cocinero le entrega los platos al ayudante, éste los coloca sobre el mostrador y, sin soltarlos, acerca su cara a la de la chica como en un reconocimiento médico.

Ayundante: (experto) ah, se nota. Hay que hacer amor todos los días, renueva las energías (suelta los platos y abre los brazos hinchando el pecho y respirando hondamente).
Cocinero: (de espaldas, en voz muy alta) ¡Importante es ser felisssss! (al ayudante) ¿eh, tío? Importante es ser felis, ¿no?

Los dos ríen, gritando al unísono: ¡¡¡¡importante es ser felisss!!!

La camarera se ríe, se va con los dos platos.
El cocinero se da la vuelta, señala a la camarera.

Cocinero: esa no es normal, tío, no habla con nadie
Ayudante: sí, pero está buenísima, mira qué culo que tiene, apretadito como una negra, y esa boquita......ssssssaiiiijjj (se toca la entrepierna).
Cocinero: (mirando hacia el comedor) es que cada vez están más buenas, tío... ¿has visto a la Rosario, cómo ha venido hoy? Está casi desnuda, ¡esa viene a por más, chaval! (le golpea el hombro)
Ayudante: yo ya tengo a mi mujer, mi catalana es muy caliente, hombre, no puedo más...
Cocinero: ¡importante es ser felisssss! ¡Eh!

El ayudante ríe satisfecho. Se miran con complicidad, toman aire, gritan los dos al unísono: ¡importante es ser felissss!, ¡¡¡importante es ser felisssssssssss!!!


Esc.2 Int/día

Cocina del restaurán, se oye música latina a todo trapo, ruido de cacerolas. El cocinero está moviendo cacharros de un lado para otro y su ayudante está barriendo el suelo, mientras hablan animadamente.

Ayudante: eh, eh, ¿sabes por qué los de Lepe tienen siempre los buzones llenos de semen?
Cocinero: no, dime, dime, tío
Ayudante: ¡¡¡porque dice correos!!!

Los dos ríen. El ayudante baila una lambada con la escoba. Llega la camarera al mostrador, apoya un plato.

Camarera: (disgustada) Este plato está mal, era con cous cous y sin tomate, que le da acidez... (resopla).

El cocinero se da la vuelta, tiene en las manos un plátano con la piel recordada de manera que cuando lo empuja por la base, se ve la pulpa del plátano y en la punta un capuchón de piel. El cocinero apunta con el glande frutal al ayudante. Los dos ríen como locos, el ayudante se ríe tanto que tiene que apoyarse a la pared.

Ayudante: eh, eh, qué bueno tío, mira esto...

El ayudante toma dos pequeñas patatas hervidas y se las coloca a la altura de la entrepierna por detrás del delantal. Levanta el delantal mostrando las patatillas como si fueran testículos. Los dos se ríen, el cocinero suspira, agotado de tanta carcajada.

Camarera: oigan, perdón, pero estoy aquí... ¿se acuerdan? (impaciente) ¿me cambian el plato?
Cocinero : (serio)¡por favor!
Camarera: (enojada) ¿qué porfavor ni favor? ¡es tu trabajo!
Cocinero: ¿cuánto cobras tú, eh? (al ayudante) ya estoy harto, tío, de aguantar a ésta, al chulo ése de ahí afuera, qué mierda tío, esto es una mierda (se saca el delantal, lo tira)
Camarera: ¿y qué te he hecho yo?
Cocinero: a ver, ¿porqué han dejado los platos sucios de la noche, eh? porque luego vienen los de la mañana y limpian todo, eh, a ver, no tío yo me voy (patea el delantal hacia el ayudante)
Ayudante: (recoge el delantal del suelo, le tiende la mano) vamos hombre, ponte el delantal...
Camarera: (conciliadora) bueno, fue sin querer, es que no me dio tiempo, ayer hubo mucha gente y estaba yo sola..

El cocinero toma el delantal, se lo empieza a poner.

Camarera: ¿me daís el plato ahora, por favor?
Cocinero: (violento) ¡¡¡tú callate!!!

Primer plano muy estrecho sobre el rostro de la chica. Vemos solamente los ojos, la nariz y la boca. Le tiemblan los labios, su expresión se transforma hasta cerrarse en una mirada de odio.

El ayudante coloca el plato de cous cous sobre el mostrador, frente a la chica, haciendo un sonido seco. Detalle del cous cous en el plato. Fundido a negro.


Fin

martes, diciembre 11, 2007

Esplendolores


Estamos en un supermercado de la cadena Sorli Discau, que tuvo sus inicios en un lejano 1923 en el barrio barcelonés de Poble Nou cuando Francesc Sorli decidió abrir una tienda de víveres en la calle Pere IV.

Esta mañana el súper está medio vacío, como un islote perdido en medio de la amplia franja fronteriza en que se ha convertido la Gran Vía de les Corts Catalanes, donde se mezclan las aguas revueltas del barrio del Raval con las aguas vidriosas de arriba, más allá del ensanche catalán.

Frente a la extensión de quesos y embutidos, tras el mostrador de vidrio, un empleado se coloca un guante de látex, que al estirarse cede por la muñeca ruidosamente. La clienta que espera su turno, una latina morocha y corpulenta, mira impaciente. El empleado, escrutando con mirada supersticiosa, elige un guante de otra caja y se lo pone, pero éste también se rompe. La clienta morocha golpea el suelo con su zapato de charol rosa. Finalmente, el empleado consigue ponerse un guante sano y mirar a la latina por debajo de su gorrita triangular.

Clienta: (señala los jamones en oferta) quiero ciento cincuenta gramos del último.

El empleado toma el jamón y empieza a cortarlo.

Clienta: ¡no! ¡Ése no! El otro…

Empleado: ése no es el último, es el penúltimo, usted me dijo el último, (cambia los jamones y empieza a cortar en la máquina) ¿qué más?

Clienta: (seca) quiero doscientos gramos de queso de ése… cómo se dice… semi… en rodajas.

El empleado corta el queso y coloca las rodajas con las puntas de los dedos sobre la bandeja de la balanza.

Empleado: (sin mirarla) ¿algo más?

Clienta: quiero doscientos gramos de jamón dulce y… (señala con la cabeza del otro lado del aparador donde están expuestas las carnes rojas y las aves) quiero carne y quiero pollo.

El empleado se da la vuelta para cortar el jamón en la máquina de cuchilla circular, con el cuerpo inclinado y la gorrita triangular invisible tras su cabeza gacha. Entonces llega un viejo arrastrando los pies a la sección de charcuteria, camina a pasos pequeños y tiene la piel fina, blanca y resquebrajada en la frente, con grandes ronchas de piel escamada.
Viejo: ¿qué tal, jodío? ¿cómo estás?

Empleado: (sin darse la vuelta, ni mover la cabeza) me ha tocao la lotería.

Viejo: ¿quéeee?

Empleado: (alza la voz sin moverse) ¡que me ha tocao la lotería!

Viejo: y a mí me ha tocao el gordo esta mañana (se toca el hombro)… sí, me ha tocao el gordo… (ríe) ya ves.

El empleado, que se ha dado la vuelta y está pesando el jamón en la balanza, mira al viejo con ojos divertidos, socarrones. Luego se dirige seriamente a la clienta latina, que lo fija impasible sacando pecho del cuerpo imponente. El empleado se ajusta la gorrita y se desplaza del otro lado del mostrador a cortar la carne.

En la sección de verdulería una empleada con cabellos de tinte anaranjado atiende a un hombre maduro vestido con zapatillas de estar por casa.


Empleada: ¿y?... ¿cómo estás?

Hombre: (con fuerte acento catalán) pues bien, aquí, tirando… he venido a buscar fruta.

Empleada: pues hoy no te conviene, el lunes es un mal día para la fruta, porque no tenemos entrega y está en cámara desde el viernes.

Del otro lado del local, una joven afrocaribeña atiende a dos viejitas que andan buscando a gritos pan troceado para hacer migas. La afrocaribeña vuelve con su cabeza trenzada tras la caja, debajo del delantal rosa asoma una incipiente panza de embarazada.

Vieja: ¿porqué estás tan seria, niña?

Cajera: no estoy seria, estoy pensando… es que cuando pienso no me río tanto, normalmente sí, pero si me pongo a pensar se me va la risa… estaba con la cabeza en otra parte, perdone.

Vieja: qué va, niña, qué te voy a perdonar… en aragonés ¿cómo se decía?

La vieja interroga con la mirada a su compañera, una anciana flaca con el pelo de la nuca flotando arremolinado como una nube ligera y cobriza sobre su pequeño cráneo. Las dos se sostienen las miradas en silencio, hipnotizadas por el misterioso olvido parecen dos pájaros delgados suspendidos en el limbo. Entonces llega a la cola de la caja el hombre maduro de la verdulería y, tomando un sobre de sopa deshidratada de la cesta de plástico, se dirige a la vieja en suave catalán, casi en voz baja.

Hombre: ¿s’està oblidant això?

La vieja asiente levemente y toma el sobre de sopa, el hombre responde ladeando la cabeza en un gesto cortés. En el vestíbulo de entrada del supermercado, una joven madre leyendo el periódico sentada en la cafetería, frente a ella su bebé enfundado en un cochecito de última generación. La madre lee a través del flequillo, absorbida por una noticia que denuncia el deplorable contenido de la televisión española. La está atendiendo una joven de rasgos redondeados y ojos color almendra, que al decirle el precio del café murmura algo incomprensible.

Madre: ¿qué? Perdona, no entendí…

La joven de ojos almendrados se ruboriza, repite el precio del café y escapa tras el mostrador de la panadería, donde esperan dos tipos que quieren barras de pan abiertas para llenarlas con algo de comer. Cuando el más alto y viril de ellos le pregunta de dónde es, la joven bonita sonríe.

Panadera: marroquí, soy de Marruecos…

Tipo 1: ¿y cuánto llevas aquí? … oye, ¡qué guapa te pones cuando sonríes!

Tipo 2: venga tío, que tenemos mucho que curtir…

Tipo 1: oye, no te pongas pesao, ¡no ves que le estoy diciendo un piropo a la chica!

Tipo 2: (mirando al suelo, pisa un papelucho con su bota de trabajo) ya… vale, date prisa…

Tipo 1: (seductor) hablas muy bien español, ¿dónde lo has aprendido?

Panadera: pues no, no hablo muy bien. Poco. Hace dos años que estoy aquí, pero en casa hablamos árabe y la tele también en árabe porque la española no me gusta. Hace seis meses que veo una serie, pero es muy mala, muy feo todo.

Tipo 1: ¿y amigos? ¿no tienes una amiga?

Panadera: no, no tengo.

Tipo 1: pues yo vengo a verte y hablamos, ¿quieres? Así practicas.

La joven sonríe abiertamente, luego se pone seria, explica pausada.

Panadera: es que el 4 cerramos, la panadería cierra. No sé porqué pero no funciona, no viene la gente, el sueldo es muy bajo y el propietario que vino a hablarme el otro día me dijo que es igual en los otros locales. Cada vez peor. Ahora estoy buscando trabajo.

Tipo 1: ¡Vaya guapa! Pues si me entero de algo de aquí al 4 te aviso. ¿Qué sabes hacer?

Panadera: de todo, hago de todo. De panadera no me gusta pero necesito trabajo y hago lo que sea… trabajar.

El tipo le hace una señal con el pulgar hacia arriba, sonríe y toma a su compañero por el hombro de la chaqueta, arrastrándolo hacia fuera. Caminan por la Gran Vía hacia una furgoneta mal aparcada en la esquina de la calle Calabria. En esa esquina un joven de cabello rapado está sentado en un banco con la cabeza agachada y los codos apoyados en las rodillas. El joven sostiene una bolsa de plástico en una mano, en la otra una lata de cerveza. Por detrás del cráneo agachado se puede ver descender un hilo de saliva, el chaval lo deja colgar hasta llegar al suelo, entonces carraspea fuertemente y escupe un gran salivazo manchado.



Barcelona, 26 de Noviembre 2007
Publicado por la revista de cultura migrante www.trovarelamerica.org en diciembre 2007

jueves, noviembre 22, 2007

Horror Vacui

En una cocina de estilo country con detalles de diseño minimalista y flores de plástico. A la mesa está sentada una pareja de ancianos, ambos llevan gafas de pasta coloreada y visten tonos claros con un toque juvenil. Comparten comida con un joven treintañero y una mujer madura, vestidos de negro. En los estantes, detrás de ellos, una colección de sales, pimientas y aceites aromatizados. La pareja de ancianos, El y Ella, habla por encima de leves sonidos: el joven envuelve una bobina de película con las manos ocultas bajo la mesa, la mujer madura teje al costado ropita de lana coloreada para bebé.



El: ¿quién ha puesto dos ensaladas? ¿dónde está la otra?
Ella: (desafiante) ¿quién qué?
El: ¿tú has puesto la otra ensalada? ¿dónde está?
Ella: sí, es la del mediodía.
El: ¿porqué? Ahora la he mezclado y hay dos ensaladas.
Ella: bueno.
El: va a sobrar ensalada… ¿porqué has puesto las dos?
Ella: yo sólo la he puesto en la mesa, no la he condimentado, las has preparado tú.
El: ¿y ahora cuál como?
Ella: la que quieras.
El: (desesperado) vamos a tirar la ensalada
Ella: (al joven y la mujer madura) ¡niños comed ensalada!

(apagón)

La verdad de Sol




Sol
acabas de apagarte y aun tus rizos blancos
dan luz cenicienta sobre mi sueño
te escucho cantar al viento
gritando con desempeño
soy marinero
más que pirata
aventurero

Sol
ha llovido en Ibiza
yo dormía en el centeno
mis pies mojados estaban lejos

fulgurantes como perros
han llegado a mis oídos
chismes de sangre
cosidos con tus pelos
cabalgaban
con aliento entrecortado
galopando en la oscuridad
de la noche
como canes conejeros
excitados por un golpe certero

Sol
te recuerdo puro como eras
ahora en la crónica negra
y
muero
por besarte con ojos sinceros
muero por tenerte entre mis brazos
cuidar tus hombros machacados
tus piernas obstinadas en el último instante
tu cerebro brillante
abierto al sol de esta isla
blanca con nubes negras
que llegan a contarnos
que no hay fábula de amor
ni respeto natural
ni libertad a cualquier precio

Sol
la verdad que me anunciaste
cayó como un cimbronazo
me atravesó hasta doblarme
en estas letras a
llorarte como lloran los poetas
arrancando
en silencio
las palabras
de la carne

Aeropuerto Bluh!


Se escucha el ruido sordo y constante de cintas metálicas, acompañado de leves chirridos de goma. El indio Samsa desplaza carros metálicos diseminados por la escena y va creando una hilera, engancha los carritos mediante un dispositivo que libera un euro por vez. Se mete las monedas en el bolsillo haciéndolas sonar. Del otro lado de la escena vemos entrar a Floro, un joven mal vestido y con el pelo revuelto, que arrastra una maleta.


Samsa: ¿dónde vas con esa maleta? Si sigues así te van romper la jeta…

Floro: qué te parece… estoy poniéndole remedio a ésta (se saca el forro de los bolsillos)… desde el 14 que no como, avioneta, estoy que estallo…

Samsa: ya te he dicho que no me llames avioneta y te advierto, si viene el patrón y me quita la llave te vas a llevar una de ostias… no lo digo por mi, yo no soy violento y con el aparato menos (se señala la oreja), a ver si se me estropea y tengo que volver a empezar…

Floro: vale. Lo que quieras. Lo que digo es que me ayudes con ésta que pesa que no veas (levanta la maleta con esfuerzo).

Samsa: mmmmh… (frota algo entre sus dedos índice y pulgar) ¿no encuentras extraño que llegue hasta aquí?

Floro: polenta, llega tarde y es lenta.

Samsa: la Acherontia vuela gracias a reservas de agua en las alas, burbujas especiales, sabes, se le hacen burbujitas en las alas y se llenan de agua, con ese agua como combustible vuela, la verdad es que vuela, pero que llegue el polen hasta los carros no lo entiendo…

Floro: pues tal vez es por el oro, las mariposas son ligeras pero vivas, vamos, sobreviven hace milenios… sabrán donde meterse y donde mearse, copular copulan más que nosotros, digo… ¿las mariposas follan en el aire o cómo?

Samsa: lo del oro…no sé… es como que vienen viajando bastante, ahora se están precipitando en esta zona, habrá que ver qué condiciones les da el ambiente…

Floro: tengo que guardar la maleta, vendrán el martes.

Samsa: el martes no es día de entrega, chaval, ya lo sabes.

Floro: bueno, podrías acercarte…

Samsa: no me acerco el martes porque tengo a mi señora fabricando guantes y el martes es para la goma, hermano, no sé si soy claro…

Floro: vale, vale… ¿me prestas la llave?

Samsa: la llave no te la presto y menos por la maleta, que ni siquiera se sabe de dónde sale… a ver ¿se puede saber de quién es esa maleta?

Floro: me la dio un gendarme. Tenía pinta de marino con bigotes finos y estaba con Fernández, detrás de las cintas. Era medianoche, se había hecho tarde por el último vuelo, el de los chinos, llegó con retraso. Yo estaba esperando a que saliera la Juli de la cafetería con los bollos sobrantes, cada noche me da algo la buena, así me saco la cena. Como no salía me apoyé a una cinta mientras la esperaba. Se oían los motores y había una luna, Samsa, por mis flores que no había visto algo igual desde el Algarbe, vamos, en el puente sarraceno.

Samsa: el gendarme… ¿francés o sarraceno?

Floro: la verdad es que no distingo, extraño…

Samsa: extraño era el bosque cuando salimos

Floro: ¿qué dices salamino?

Samsa: se olían los pinos...

Floro: ¿tras la frontera?

Samsa: Al saltar las vallas hubo confusión y nos perdimos. Al rato la encontré a la perra, estaba lastimada, pero entera. Luego seguimos, caminamos bastante hasta la tarde. Se hacía de noche y se oían grillos… (se tapa la oreja). Entonces la vi a mi madre, estaba en un claro del bosque, de rodillas en el barro. Tenía la cara abierta. Cara abierta llena de ríos, de arrugas y de mocos, reía y lloraba al mismo tiempo. Me dio miedo no entender cómo risa y llanto pueden ser al mismo tiempo. Dos fuerzas envolviendo su rostro en direcciones opuestas y el pelo creciendo hacia la tierra como raíces de negra, las piernas en cuclillas y agachada como una india de la napa (se agacha). Mi madre es una india de la napa. La veo soltar sus lágrimas como trenzas creciendo en la tierra y su risa es liberación, conmoción del llanto que batalla dentro del cuerpo y felizmente estalla un torrente… !y entre mis brazos yo! (se abraza conmocionado).

Floro: desde luego estas chalado… (arrastra la maleta hasta el centro de la escena). Seis cervezas y un par de chorizos a cambio del candado.

Samsa: ni hablar.

Floro: la radio y un pastel de nueces...

Samsa: y la botella de blanca.

Floro: trato (se dan la mano)

Samsa: y acuérdate del nitrato, hermano, ¡que quede bien liso! (se va)

Floro queda en medio de la escena con la maleta.

(apagón)

domingo, mayo 27, 2007

Tiempo Perdido

Mujer hermosa frente a un cuadro en el suelo, sostiene un clavo entre sus dedos y manipula un martillo.

"Haber perdido al caballo es lo de menos, no es que me importe tanto… bueno, claro, yo esperaba encontrar uno blanco con topos negros, con manchitas negras sobre la piel, sabes, me hacia ilusión, pero tampoco es tan grave… no, lo peor no es lo del caballo… lo peor es que desde que estamos aquí ninguna promesa se ha cumplido, nada de caballo blanco, para empezar, y nada de manchitas, con lo que eso tiene de desolador para alguien que fue educado para asumir rasgos especiales y elaborar gestos únicos, entiendes, para crear y compartir un ritual hecho de símbolos originales e irrepetibles… pero bueno, si el caballo no puede ser, pues bien, pero hubo una noche de fuego, y eso no estaba previsto, nadie me avisó y tampoco en edad temprana una puede interpretar círculos de fuego alrededor de un lecho… lo de coger las brasas con la mano… a ver, yo puedo entender que estés angustiado por las tardes del riachuelo y por lo del cañaveral, que tengas miedo, incluso, que sientas una opresión en el pecho densa, pegajosa, como la que yo … cuando lo del círculo de fuego… tú la sentiste como nadie… me latía en el pecho como un tambor de barro, me latía dentro una mancha y se ensanchaba… te di la espalda y la mancha se agrandaba cada vez más, podía escuchar mis latidos retumbando en la caja de tus huesos… pum pum… pum pum… pum pum… …luego me preguntaste porque estaba tan triste y yo me quede helada… Es por lo del agua, además del fuego. Me quede helada porque en los lechos de fuego la falta de agua tiene esas consecuencias, se colapsan los sentidos, se abotarga la cabeza y una empieza a sentirse como una abeja desorientada zumbando en un terreno baldío… así estaba. Así, como rayada y sedienta me sentí desde que en un principio acordamos buscar el agua juntos y luego estuve tres semanas esperando, sin agua. No encontraba presa, ni río, ni playa, ni pozo, tampoco llovía y hasta la costa no quiero caminar sola, ¿entiendes? Y es que es una vergüenza que siendo tú un especialista en defensa de sistemas autónomos no tengas la cortesía de ayudarme y acompañarme en esta cuestión, y es que claro, egoísta eres egoísta como todos… con la edad os volvéis más parcos y menos reactivos... con el tiempo te convertiste en un ser diminuto subido a una plataforma y yo agarrada a mi clavícula… es cierto que a lo lejos cada vez te he buscado menos… sumergida como estaba en los corales o en la hiedra… en la hiedra descubrí el hedor de tu hipoteca y tú seguías encaramado… yo temblaba al escuchar tus silbidos y los nervios se me iban a los brazos…me puse dura dura cada vez más dura y mis manos como ramas retorcidas…daban asco. Qué pena, qué pena recitar un soneto bajo la luna y arriba Romeo, sordo mudo y ciego… Y lo del agua, lo del agua no te importa, pero es que yo sin agua no puedo vivir, algo se trastoca y se me altera el organismo… tal vez porque a mi edad reproduzco millones de microcosmos cristalinos y acuíferos en mi interior, miles de universos se almacenan suspendidos de mis trompas, en los recodos internos de mis tejidos uterinos habitados por ejércitos enteros truena Beethoven y no importa cual es el clima… es la naturaleza animal que no tiene porqué avergonzarnos… ¡puedo tocar el violín y ejercitar mi retina en reconocer tu perfil en alguno de mis huevos!... ¡Sí puedo! ¡Sí puedo si nos armamos con agua, hermano!
Silencio
De todas maneras y sea como sea yo ya tengo pensada mi estrategia para esta nueva etapa. No estoy para esperarte con cara de ángulo en una tarde de letargo y creer que sabes lo que pasa. ¡Ya sé que ni sabes lo que pasa ni entiendes nada y que la hipotenusa al cuadrado, las predicciones del beneficio especular y las medidas precisas de tu radiómetro son todo lo que te importa!"


Clava el clavo en el suelo, coloca el cuadro. Se yergue, lo pisa.