martes, marzo 10, 2009

Huellas

Una mujer de mediana edad vestida sencillamente en un cuarto oscuro. Está sentada en una silla frente a una caja de cartón, toma una fotografía.

Mujer:
Algoritmos del tiempo. Algo ritmos tiempo. Ritmos algo tiempo. Tac, tac, tac. Momentos. En esta caja hay algunos momentos. Lo más que pudimos, lo más que supimos... ¡lo que viajé para encontrar esto! Y finalmente todo mi enigma se resuelve en estas cuantas fotografías, si es que se resuelve algún enigma. ¿Se resuelve? O es que la solución al enigma esconde siempre vetas amarillas, blandos cauces de materia informe, algo así como una pasta hecha de motivaciones más ínfimas y más íntimas, una pasta que cubre todo lo que no alcanza. No alcanza. Es que no alcanza. No alcanza con ver para creer, por ejemplo, tampoco alcanza con no ver para no sentir. Son todas patrañas, mentiras postmodernas.

Eludir. Sobrevolar ninguneando agujeros enormes, bolsas de basura y brazos boqueando memoria. Eludamos. ¡Vamos mierda carajo eludamos! Eludamos para poder recordar. Y elijamos un recuerdo por ejemplo, un recuerdo cualquiera, ésta foto. Dos niños en la cubierta de un barco. Dos niños minúsculos, inválidos. Más salvavidas que cuerpo. Y para qué el salvavidas y para qué el cuerpo, me pregunto. En el cuerpo anidan eclosiones futuras, como bombas de tiempo, tic tac, tic tac... A veces explotan, y explotan frente a un perro, por ejemplo, sin ningún sentido aparente, sólo la respiración fría, agitada, corta, como el miedo, y de ese perro a una persecución, a un desacuerdo, pelea, pelea, pelea y dos chicos sin atuendo, con salvavidas, con cuerpo, ¿a dónde viajan? Viajan a la hecatombe del recuerdo, por eso el salvavidas, y por eso, el cuerpo. ¿Qué es esto?, ¿en qué año?, ¿en qué isla?, ¿cómo se llamaba ese tiempo?, ¿quién me contó la historia? Y ¿por qué la historia contada desmiente la historia del cuerpo?

¿Evangelina se llamaba? ¿o se llamaba Carolina?
La boca abierta y la boca cerrada. La boca, la lengua maniatada.
¿Evangelina se llamaba? ¿o se llamaba Carolina?

No recuerdo, ni siquiera recuerdo el barco, la cubierta, el salvavidas. Sudor frío, sí. En la frente. Una azafata y vómito de chocolate. Niño de pelo caliente, niño de trigo. Un policía en la puerta, mierda de perra y alarido en el pasillo. Qué miedo...

(Toma otra fotografía) ¿Y ésta? Mi hermano en Francia. Pero, no es mi hermano. Soy yo, en el patio de mi casa, y no estaba en Francia. Parezco un niño, es cierto. Soy un niño, un niño hembra, un niño sin sexo, con todos los sexos, un niño pelota, un niño bala, un niño gatillo, un niño bomba, un niño tumba, un niño asesino. Un asesinato niño, una cicatriz, un vacío. Pero no es mi hermano, soy yo, ése es mi cuerpo. ¿Quién registró ese recuerdo, quién disparó esa fotografía, quién se apoderó de esa imagen y la convirtió en otro, en otro cuerpo, en otro tiempo, en otro lugar? ¿Un hombre?... ¿o su miedo?

Algo ritmos tiempo. Memoria. Devastación planificada por los comandos irracionales del miedo.

(Fuma). Otra, otra, otra. Otra imagen, otra oportunidad... veamos ésta. (toma otra fotografía, fuma, tose )

No recuerdo ésta. En qué valla fuimos felices de color gris. Ahí había un perro, creo, un perro libre, juguetón, con flores y sin caca... sí, sí lo veo en su pelo, en nuestros ojos, lo veo, o lo imagino...

¿Cuál es la historia entonces? Claro, perdonen, olvidé esto. Yo quería contarles otra historia. La de luego, la del proceso. Porque todo es un proceso, otra patraña postmoderna, pero es cierto, ¿es gracioso, no? Como si con eso de que todo es un proceso estuviéramos excusando nuestras falencias, nuestra incapacidad para habitar la llaga, para descansar en la huella.

(apagón)