jueves, noviembre 22, 2007

Horror Vacui

En una cocina de estilo country con detalles de diseño minimalista y flores de plástico. A la mesa está sentada una pareja de ancianos, ambos llevan gafas de pasta coloreada y visten tonos claros con un toque juvenil. Comparten comida con un joven treintañero y una mujer madura, vestidos de negro. En los estantes, detrás de ellos, una colección de sales, pimientas y aceites aromatizados. La pareja de ancianos, El y Ella, habla por encima de leves sonidos: el joven envuelve una bobina de película con las manos ocultas bajo la mesa, la mujer madura teje al costado ropita de lana coloreada para bebé.



El: ¿quién ha puesto dos ensaladas? ¿dónde está la otra?
Ella: (desafiante) ¿quién qué?
El: ¿tú has puesto la otra ensalada? ¿dónde está?
Ella: sí, es la del mediodía.
El: ¿porqué? Ahora la he mezclado y hay dos ensaladas.
Ella: bueno.
El: va a sobrar ensalada… ¿porqué has puesto las dos?
Ella: yo sólo la he puesto en la mesa, no la he condimentado, las has preparado tú.
El: ¿y ahora cuál como?
Ella: la que quieras.
El: (desesperado) vamos a tirar la ensalada
Ella: (al joven y la mujer madura) ¡niños comed ensalada!

(apagón)

La verdad de Sol




Sol
acabas de apagarte y aun tus rizos blancos
dan luz cenicienta sobre mi sueño
te escucho cantar al viento
gritando con desempeño
soy marinero
más que pirata
aventurero

Sol
ha llovido en Ibiza
yo dormía en el centeno
mis pies mojados estaban lejos

fulgurantes como perros
han llegado a mis oídos
chismes de sangre
cosidos con tus pelos
cabalgaban
con aliento entrecortado
galopando en la oscuridad
de la noche
como canes conejeros
excitados por un golpe certero

Sol
te recuerdo puro como eras
ahora en la crónica negra
y
muero
por besarte con ojos sinceros
muero por tenerte entre mis brazos
cuidar tus hombros machacados
tus piernas obstinadas en el último instante
tu cerebro brillante
abierto al sol de esta isla
blanca con nubes negras
que llegan a contarnos
que no hay fábula de amor
ni respeto natural
ni libertad a cualquier precio

Sol
la verdad que me anunciaste
cayó como un cimbronazo
me atravesó hasta doblarme
en estas letras a
llorarte como lloran los poetas
arrancando
en silencio
las palabras
de la carne

Aeropuerto Bluh!


Se escucha el ruido sordo y constante de cintas metálicas, acompañado de leves chirridos de goma. El indio Samsa desplaza carros metálicos diseminados por la escena y va creando una hilera, engancha los carritos mediante un dispositivo que libera un euro por vez. Se mete las monedas en el bolsillo haciéndolas sonar. Del otro lado de la escena vemos entrar a Floro, un joven mal vestido y con el pelo revuelto, que arrastra una maleta.


Samsa: ¿dónde vas con esa maleta? Si sigues así te van romper la jeta…

Floro: qué te parece… estoy poniéndole remedio a ésta (se saca el forro de los bolsillos)… desde el 14 que no como, avioneta, estoy que estallo…

Samsa: ya te he dicho que no me llames avioneta y te advierto, si viene el patrón y me quita la llave te vas a llevar una de ostias… no lo digo por mi, yo no soy violento y con el aparato menos (se señala la oreja), a ver si se me estropea y tengo que volver a empezar…

Floro: vale. Lo que quieras. Lo que digo es que me ayudes con ésta que pesa que no veas (levanta la maleta con esfuerzo).

Samsa: mmmmh… (frota algo entre sus dedos índice y pulgar) ¿no encuentras extraño que llegue hasta aquí?

Floro: polenta, llega tarde y es lenta.

Samsa: la Acherontia vuela gracias a reservas de agua en las alas, burbujas especiales, sabes, se le hacen burbujitas en las alas y se llenan de agua, con ese agua como combustible vuela, la verdad es que vuela, pero que llegue el polen hasta los carros no lo entiendo…

Floro: pues tal vez es por el oro, las mariposas son ligeras pero vivas, vamos, sobreviven hace milenios… sabrán donde meterse y donde mearse, copular copulan más que nosotros, digo… ¿las mariposas follan en el aire o cómo?

Samsa: lo del oro…no sé… es como que vienen viajando bastante, ahora se están precipitando en esta zona, habrá que ver qué condiciones les da el ambiente…

Floro: tengo que guardar la maleta, vendrán el martes.

Samsa: el martes no es día de entrega, chaval, ya lo sabes.

Floro: bueno, podrías acercarte…

Samsa: no me acerco el martes porque tengo a mi señora fabricando guantes y el martes es para la goma, hermano, no sé si soy claro…

Floro: vale, vale… ¿me prestas la llave?

Samsa: la llave no te la presto y menos por la maleta, que ni siquiera se sabe de dónde sale… a ver ¿se puede saber de quién es esa maleta?

Floro: me la dio un gendarme. Tenía pinta de marino con bigotes finos y estaba con Fernández, detrás de las cintas. Era medianoche, se había hecho tarde por el último vuelo, el de los chinos, llegó con retraso. Yo estaba esperando a que saliera la Juli de la cafetería con los bollos sobrantes, cada noche me da algo la buena, así me saco la cena. Como no salía me apoyé a una cinta mientras la esperaba. Se oían los motores y había una luna, Samsa, por mis flores que no había visto algo igual desde el Algarbe, vamos, en el puente sarraceno.

Samsa: el gendarme… ¿francés o sarraceno?

Floro: la verdad es que no distingo, extraño…

Samsa: extraño era el bosque cuando salimos

Floro: ¿qué dices salamino?

Samsa: se olían los pinos...

Floro: ¿tras la frontera?

Samsa: Al saltar las vallas hubo confusión y nos perdimos. Al rato la encontré a la perra, estaba lastimada, pero entera. Luego seguimos, caminamos bastante hasta la tarde. Se hacía de noche y se oían grillos… (se tapa la oreja). Entonces la vi a mi madre, estaba en un claro del bosque, de rodillas en el barro. Tenía la cara abierta. Cara abierta llena de ríos, de arrugas y de mocos, reía y lloraba al mismo tiempo. Me dio miedo no entender cómo risa y llanto pueden ser al mismo tiempo. Dos fuerzas envolviendo su rostro en direcciones opuestas y el pelo creciendo hacia la tierra como raíces de negra, las piernas en cuclillas y agachada como una india de la napa (se agacha). Mi madre es una india de la napa. La veo soltar sus lágrimas como trenzas creciendo en la tierra y su risa es liberación, conmoción del llanto que batalla dentro del cuerpo y felizmente estalla un torrente… !y entre mis brazos yo! (se abraza conmocionado).

Floro: desde luego estas chalado… (arrastra la maleta hasta el centro de la escena). Seis cervezas y un par de chorizos a cambio del candado.

Samsa: ni hablar.

Floro: la radio y un pastel de nueces...

Samsa: y la botella de blanca.

Floro: trato (se dan la mano)

Samsa: y acuérdate del nitrato, hermano, ¡que quede bien liso! (se va)

Floro queda en medio de la escena con la maleta.

(apagón)