martes, marzo 10, 2009

Huellas

Una mujer de mediana edad vestida sencillamente en un cuarto oscuro. Está sentada en una silla frente a una caja de cartón, toma una fotografía.

Mujer:
Algoritmos del tiempo. Algo ritmos tiempo. Ritmos algo tiempo. Tac, tac, tac. Momentos. En esta caja hay algunos momentos. Lo más que pudimos, lo más que supimos... ¡lo que viajé para encontrar esto! Y finalmente todo mi enigma se resuelve en estas cuantas fotografías, si es que se resuelve algún enigma. ¿Se resuelve? O es que la solución al enigma esconde siempre vetas amarillas, blandos cauces de materia informe, algo así como una pasta hecha de motivaciones más ínfimas y más íntimas, una pasta que cubre todo lo que no alcanza. No alcanza. Es que no alcanza. No alcanza con ver para creer, por ejemplo, tampoco alcanza con no ver para no sentir. Son todas patrañas, mentiras postmodernas.

Eludir. Sobrevolar ninguneando agujeros enormes, bolsas de basura y brazos boqueando memoria. Eludamos. ¡Vamos mierda carajo eludamos! Eludamos para poder recordar. Y elijamos un recuerdo por ejemplo, un recuerdo cualquiera, ésta foto. Dos niños en la cubierta de un barco. Dos niños minúsculos, inválidos. Más salvavidas que cuerpo. Y para qué el salvavidas y para qué el cuerpo, me pregunto. En el cuerpo anidan eclosiones futuras, como bombas de tiempo, tic tac, tic tac... A veces explotan, y explotan frente a un perro, por ejemplo, sin ningún sentido aparente, sólo la respiración fría, agitada, corta, como el miedo, y de ese perro a una persecución, a un desacuerdo, pelea, pelea, pelea y dos chicos sin atuendo, con salvavidas, con cuerpo, ¿a dónde viajan? Viajan a la hecatombe del recuerdo, por eso el salvavidas, y por eso, el cuerpo. ¿Qué es esto?, ¿en qué año?, ¿en qué isla?, ¿cómo se llamaba ese tiempo?, ¿quién me contó la historia? Y ¿por qué la historia contada desmiente la historia del cuerpo?

¿Evangelina se llamaba? ¿o se llamaba Carolina?
La boca abierta y la boca cerrada. La boca, la lengua maniatada.
¿Evangelina se llamaba? ¿o se llamaba Carolina?

No recuerdo, ni siquiera recuerdo el barco, la cubierta, el salvavidas. Sudor frío, sí. En la frente. Una azafata y vómito de chocolate. Niño de pelo caliente, niño de trigo. Un policía en la puerta, mierda de perra y alarido en el pasillo. Qué miedo...

(Toma otra fotografía) ¿Y ésta? Mi hermano en Francia. Pero, no es mi hermano. Soy yo, en el patio de mi casa, y no estaba en Francia. Parezco un niño, es cierto. Soy un niño, un niño hembra, un niño sin sexo, con todos los sexos, un niño pelota, un niño bala, un niño gatillo, un niño bomba, un niño tumba, un niño asesino. Un asesinato niño, una cicatriz, un vacío. Pero no es mi hermano, soy yo, ése es mi cuerpo. ¿Quién registró ese recuerdo, quién disparó esa fotografía, quién se apoderó de esa imagen y la convirtió en otro, en otro cuerpo, en otro tiempo, en otro lugar? ¿Un hombre?... ¿o su miedo?

Algo ritmos tiempo. Memoria. Devastación planificada por los comandos irracionales del miedo.

(Fuma). Otra, otra, otra. Otra imagen, otra oportunidad... veamos ésta. (toma otra fotografía, fuma, tose )

No recuerdo ésta. En qué valla fuimos felices de color gris. Ahí había un perro, creo, un perro libre, juguetón, con flores y sin caca... sí, sí lo veo en su pelo, en nuestros ojos, lo veo, o lo imagino...

¿Cuál es la historia entonces? Claro, perdonen, olvidé esto. Yo quería contarles otra historia. La de luego, la del proceso. Porque todo es un proceso, otra patraña postmoderna, pero es cierto, ¿es gracioso, no? Como si con eso de que todo es un proceso estuviéramos excusando nuestras falencias, nuestra incapacidad para habitar la llaga, para descansar en la huella.

(apagón)

miércoles, julio 09, 2008

Frijoles Pa’tothom, el arte de la transformación real

Hace siglos, cuando aún no había oído hablar del arte de la transformación y no conocía a Pa´tothom ni a la Xarxa Groga, yo ya vestía esta misma persona. Es decir, bicicleta con alforja y medias cortas. Pedaleando por pedalear y subir montículos, atravesar barrizales, descampados y calles, recorrer carreteras chicas y grandes, descubrir nuevos lugares y vericuetos ocultos con alas silbando en los pedales. Y como antes, hoy siguen siendo los frijoles el dilema, en el sentido de resolver la cena. Y en este mismo anatema estoy mientras me llega el encargo de presentar a Pa´tothom y contarles algo. Atizada por el misterio del arte transformador me propuse investigarlo y abordé a las gentes de Pa’tothom con mi pluma en la mano. Aquí podrán apreciar claros y pantanos que a manotazos fui atravesando en esta búsquela imberbe sin definición y sin cierre.


Miércoles, 11­-07-07

“Con esto nos metemos en un berenjenal filosófico descriptivo” me advierte Juan Miguel Portal, poeta, sociólogo y docente de Pa’tothom, cuando le pregunto por la verdadera fórmula del arte de la transformación. “Para empezar tendríamos que decidir a qué le llamamos arte… ¿dónde acaba la artesanía de la gente y empieza el arte?”, me interroga vestido de rojo y negro, a la vez enorme y diminuto tras sus gafas culo de botella: “¿un arquitecto es un artista o un técnico?... Ferran Adrià acaba de volver de Francia donde ha presentado su arte culinario y cada día iba gente a verlo… La verdad es que yo soy incapaz de saber donde termina el terreno de lo íntimo, de la actividad personal, y empieza el del arte.

Habría que preguntarse cuándo se es artista. Si eres artista porque naces en una casa de artistas o porque te toca aprender un oficio, o cómo diablos es. Y podríamos hablar de los distintos tipos de arte, géneros, disciplinas. Si ves todas las formas diferentes de arte verás qué difícil es decidir cuándo es arte y cuándo no, y saber si un periodista es un artista o sólo alguien que escribe bien y explica las cosas.

Además, me pregunto si tenemos que pensar el arte como una herramienta de transformación o como un elemento más dentro de la cultura. Creo que en nuestro entorno falta un discurso serio sobre esta cuestión. Pienso que hay que meditar sobre el simbolismo de la palabra arte, qué entendemos simbólicamente cuando declaramos que fulano es un artista. A lo mejor así salimos de la confusión.

Yo creo que el arte tiene que ser algo que estimule la sensibilidad final del individuo, en el lenguaje sensual vendría a ser el orgasmo de los sentidos… pero en esto no pontifico, sino que justamente me gustaría juntarme con gente para discutir.”.

¿Cuándo podemos hablar de transformación social?

“Bueno, en este caso partimos de una cualidad del que opina. El que dice o hace algo lo hace para algo. Lo que no sabemos es si los transformados se sienten transformados, si transforman o qué… Para que el arte transforme la sociedad se tienen que dar determinadas circunstancias. O sea ¿a través del arte yo puedo transformar el barrio de La Mina? Pues no. No podemos porque hay una serie de cuestiones de tipo muy material que si no están resueltas pues no hay arte que transforme física y materialmente. Las personas no salen de los códigos de derechos humanos. Es inútil que yo le vaya con cartulinas de colores a alguien que está masacrado y no tiene la protección del paraguas de los derechos humanos. Cuando a una persona que está en una cama caliente le das una cama, una ducha, comida, seguridad, sentido de pertenencia… entonces empieza el arte a actuar, cuando ya tiene necesidad de personalización, de estima social y de autoestima. Seguramente ahí el arte puede cambiar algo, porque puede ser que esa persona escriba y hasta le publiquen un libro.

O sea, hay bases previas. No digo que el arte sea de los millonarios, pero hay una base. Claro que hay excepciones, Miguel Hernández, por ejemplo, que fue pastor antes de ser poeta. Pero bueno, hay que escarbar para encontrarlas.

Si descubrimos que una persona ya ha cubierto sus necesidades pues ahí podemos pensar que el arte la vaya a enriquecer y desarrollar su vida espiritual. Pero cuidado, si estamos frente a la ingenuidad de pensar que con el arte vamos a transformar las camas calientes, la drogadicción o la violencia. Entre otras cosas porque tenemos que transformar el entorno, y si le tiramos la cuerda a uno no dejarlo empantanado. Podemos decir que una vez que la sociedad alcance un bienestar económico político, la vida podrá enriquecerse con el arte. Mientras, a un inmigrante ilegal, a un perseguido no le pidas que se enrole.

Además, el lenguaje es clasista y traidor, ¿porqué se habla de arte popular y de arte elitista?, pues para que al Buen Pastor llevemos música de feria y al Liceo las sonatas de Wagner. No se da el arte social porque no se ha dado el arte a las personas”.

¿Cómo reconoces a un artista?


“Yo creo que todas las personas tienen capacidad artística, aunque hay características físicas que te afectan, yo era pintor y ahora no pinto porque no veo.

Sé cuando estoy frente a un artista a la cuarta, quinta o sexta palabra según con la sensibilidad con que me trata, o si se trata de un falso artista porque su pedantería le delata.

El artista siente el arte en todas las manifestaciones, no sólo en la suya propia. El arte es un problema de sensibilidad, de educación para la sensibilidad, pero la sensibilidad la tenemos todos”.

Entonces siento que mi cara se llena de cuadros de colores, tipo Picasso. ¿Será por los olores de las líneas azules o por la dimensión de la puerta? ¿Será lo que dice Miguel o es simplemente que estoy activada e informe?... ¿serán mis escudos contra la guerra o mis aparejos curtidos que se oponen?... No lo entiendo… Concentro la mirada y reflejo mi mente, pero no veo nada, vacío:

“Cuando un inmigrante ilegal se sienta como un ciudadano podremos pensar no en transformarlo, porque nosotros no somos nadie para transformar a nadie, como si hiciéramos un coaching que ahora está tan de moda. Los individuos son los que son. ¿Transformar la sociedad según qué patrones?, ¿los suyos?, ¿usted se siente tan capaz de transformarla?... me hace pensar en Pigmalión que quería transformar y al final lo transformaron… A ver, uno llega y dice: yo vengo a transformar… bueno, se ha hecho cada desastre en aras de la transformación. A mi me parece una temeridad increíble propia de gente joven, ingenua y altruista. Además, ¿cómo le voy a decir a una mujer que no se ponga el velo?, ¿y yo quién soy? Es como lo de la integración que viene a ser la desintegración de las personalidades individuales, o sea que tú dejas de ser argentina para ser catalana. Es como si vas en bici y viene un tipo y te da una moto para que corras más. Bueno, pues alguien te va a llamar retrógrada como no quieras correr.

Y está la cuestión de si el arte transforma a las personas en mejores. Pues la verdad, vaya lío, porque hay cada artista…mira, el arte ha sido usado por la religión. La Iglesia muestra la grandeza de Dios a través del arte gótico y luego se adueña del Renacimiento para transmitir la sensación de orden, armonía y perfección. Todo esto le sirve para mostrar su poder, y así la Iglesia utiliza el arte para transformar la sociedad, aunque en un sentido contrario del de los iconoclastas o los musulmanes, que prohíben la representación. Ahí ves como se puede utilizar el arte para transformar una sociedad, y tú que sabes escribir y podrías desnudarte sobre un escenario serías una bruja y te quemarían en la hoguera.

Hay un poco de Frankensteinismo en esto de las asociaciones de la transformación social. Me explico, es como si haces un monstruo con personas distintas y al final le pones el cerebro de un científico un poco maltrecho, pues al final el monstruo llega a donde hay un ciego y el ciego como no lo ve lo atiende como si tal cosa. Y Frankenstein comprende lo que significa ser una persona. Pero luego es un desastre y al final lo matan.

Lo que quiero decir es que a veces construir algo que es el no va más se puede volver contra ti, y después de que se me ocurrió una buena idea, darme cuenta de que me he convertido en un tirano. Se te puede escapar eso que es tu propia convicción, y es especialmente peligroso si estás creando estados de conciencia.

Hay que estar muy atentos y sobre todo, de cada cuatro reuniones que hacen para esto de la transformación social, una dedicarla a meditar… es que yo le tengo especial manía a los héroes y a los mártires.

Nos tendríamos que preguntar por el grado y la duración de esta supuesta transformación, como tú dices, pero sobre todo intentar no incurrir en la manipulación.

Puedo enseñar el arte abriendo muchas puertas y dejar que tú descubras tu arte y el arte que te hace vibrar. Ahora si yo te llevo al Prado y te enseño Las Meninas y te digo que eso es arte, pues te estoy manipulando. No necesitamos guías de turismo. Los formadores estamos continuamente moviéndonos en el filo de la navaja de la manipulación, tienes que ir con un cuidado exquisito de no abandonar la enseñanza y dedicarte a adoctrinar al otro.

Pero es que es demasiado amplio e interesante el tema, no se puede hacer de una pasada… mi maestro lo único que me enseñó es a degustar la belleza. No tenía dedos porque se los habían cortado los falangistas para que no pintara. Pues me hacía tocar una flor un buen rato y luego me decía: ¿la has sentido?, ¿si?, bueno, pues ahora pinta.

Hablábamos sentados en su terraza durante horas y yo pintaba con carboncillo y tiza en papel de embalar. Una vez rompí un dibujo y me dijo: ¿qué haces?, ¿quién te ha dado permiso para tirar eso?, ¿sabes que lo que tú has empezado a pintar, eso, ya no es tuyo? Así es, cuando escribes un libro ese libro deja de ser tuyo.

Y ojo, un peligro de lo social es ignorar al individuo. La sociedad es una argamasa de individuos en la que se pierde de vista a las personas”.



Por la calle Muntaner pedaleo estos contrastes. Mi cabeza partida por franjas en las sienes y en el rostro pendientes varios, dibujos aullantes. Claro que claro no veo nada, más bien borroso con luces al costado. Hay brillos a un lado, parecen hojas de un árbol al viento, lo digo porque las oigo. Imagino que les da el sol e imagino porque toco y están más calientes si están bebidas. De luz, hablo, que no de vino ni de siroco. ¿Y cuándo locas de amor las hojas se volverán lilas?


Jueves, 12-07-07
“¿Ya te has enterado del bulo del próximo jueves­?”.
El humor verde oscuro de Montse Forcadas abre otra brecha en mi cabeza maltrecha. Le estoy preguntando por el arte de la transformación mientras ella atiende con un cuerpo la secretaría de Pa´tothom y con el otro amalgama las paredes del local vestida de paleta. Hablamos del bulo de la reunión de claustro y del uso del rumor con fines perversos. Luego se erizan en un pleito tres pequeños canes macho frente a los vidrios de la escuela donde Rufi Forcadas, una suerte de perro de aguas enano, ejerce últimamente el reinado de sus sentidos perrunos. La cosa es que los perros se enzarzan y Montse tiene que salir a mediar, no sin antes acordar con la anciana vecina del Raval un “demasiada tontería junta”, por los tres machos, dice.


Vuelo a mi trabajo. Después de hablar con Montse pedaleo más y mejor. Me doy cuenta de su importancia institucional, territorial y creativa. Montse desvela un detalle clave en la naturaleza alquímica de la familia Forcadas: su madre pintaba.

Viernes, 13-07-07
Mara del Alar, cantante y actriz, socia fundadora de Mujeres en Escena y docente de Pa´tothom acerca su nariz muy cerca de la mía, hasta casi tocarnos las frentes, y me clava sus nueces de fuego: “es como la parábola de Dios creando al mundo en siete días, pues lo mismo hace el ser humano. Es un descubrimiento del misterio, y al buscar en ese significado simbólico lo que queremos es bienestar, esa transformación de la que hablas”.
Se acomoda en una silla en una terraza frente al gran edificio del Macba, en pleno Raval de Barcelona, donde Pa´tothom ofrece talleres veraniegos a los más pequeños:
“La transformación es un camino que nos da el espacio, como el del barro que viaja en el espacio hasta crear la forma de un elefante. Es ese fluir en el tiempo, yo creo, transformándonos. Siempre digo que la forma es infinita. Y eso es lo que buscamos, el camino hacia nuestra particular manera de ver y expresar infinitas formas”.

¿Cómo reconoces a un artista?

“Un artista es Rafa, un chico gordito del barrio, toma papel de váter y lo ata la las rejillas del suelo, y cuando sale el aire se forman esculturas flotantes. El recoge piezas de la basura y las convierte con amor. Yo digo que es un artista. El artista tiene una dedicación amorosa con lo que hace y tiene una comprensión del tiempo, nosotros vivimos en la producción del para algo y entonces caemos en un afán de construcción. Es como la idea de que el artista ha de vivir con sufrimiento, para ganarse el cielo viviendo el infierno, pues no, el artista es el que entiende que el cielo y el infierno son aquí y ahora, están en ti.
Una artista es una viejita que conozco, que vende unos pañuelitos y a cada paquete le hace reiki, porque lo hace así, es su manera, aunque luego tú no te enteres de la onda que le ha puesto la viejita. Pues el arte es un bien hacer más allá de la recompensa. Sin pretensiones. Fluir en el tiempo y el espacio, estar vinculado con la gente y con el universo. Podemos reconocer al artista, tanto sea que se dedique a hacer un huevo frito como a ser camarero, por el ánimo, la compostura y la gracia en las acciones. El bienestar es un momento de tu vida en soledad recogido, es una explosión, un parto, un latido que te dice, te dicta otros movimientos. En el artista es importante la concentración y la entrega en el hacer, y que tenga una actitud de petición, de humildad”.

¿Cómo se da la transformación?

“La transformación se da porque buscamos un bienestar. Pero me imagino un mundo de bienestar, con cooperación, respeto y… ¿no haríamos arte? Yo creo que sí lo haríamos. Es una búsqueda de posibilidades. Nos encasquillamos con que las cosas se han de hacer de determinada manera, pero luego los tiempos cambian y la expresión necesita otros caminos, otras formas. Ahí está la transformación.
La vida es transformación y el arte de la transformación no tiene límite, o si lo tiene, no lo hemos encontrado.
Yo me pregunto si un arte que está al servicio de la jerarquía, del patriarcado, un arte al servicio de la sumisión, es un arte. Yo creo que tiene que estar al servicio del bienestar. No se trata de que nos enseñen a transformar sino que alienten nuestra libertad de transformar.
Pero ¿qué buscamos? La felicidad, o el bienestar, son variopintos. ¿Es bienestar estar sentado frente al televisor bebiendo coca cola y mirando un partido de fútbol? Pues si vemos que esa gente está feliz… depende de la necesidad de la persona. Uno sabe cuando está en la pereza. Claro que puede que esté dormido, también, que no sepa. Y no saber es estar dormido, ¿nos entendemos?...”.

¿Cuál ha sido tu experiencia de la transformación como artista?

“Yo siempre he cantado porque mi madre cantaba y yo la escuchaba en la panza. Ella creció en una familia de los años treinta. Nosotros cantábamos pero sin saber, porque yo estudié ya de mayor. Un día mi hermano se apareció con una flauta y sacó una canción. Ahí yo vi que de la flauta salía una canción. Empecé a jugar con la flauta y me salió una. Luego mi abuelo nos regaló una guitarra y nos divertíamos con eso. Y hacía canciones, ¿eso era arte?, o ¿el arte se tiene que vender para que sirva?
Un día me contaron de un festival de canción y me presenté, y ¿sabes qué pasó?, pues que gané dos premios. Y fue un ofrecimiento de la vida porque yo iba sin pretensiones. Gané dos premios y la sociedad se me vino encima, la radio, el ambiente artístico… y eso que me gustaba tanto resultaba que podía ser mi forma de vida, porque gané dineros y compramos una nevera en casa y me puse a trabajar con una chica violinista.
Mi abuelo materno era actor. Mi madre y mis tías le acompañaban, pero iban como eso, acompañantes, no como artistas”.

¿Qué es el arte?

“Para mí el arte es una búsqueda llena de descubrimientos, de sorpresas sobre mí misma. Es un proceso personal, pero es cierto que la transformación me vino de afuera, de ese reconocimiento externo. Pero parece que yo estaba en ese camino, que era el mío. Pero qué pasa con el arte que se dice este sí y este no, este chafado, ocultado, porque no está al servicio de los intereses egocéntricos y jerárquicos. El arte no se usa para el dominio sino para la expansión, el problema de hoy es que necesitamos ver las cosas acabadas.
La intención del arte genera lo mismo en quien lo está recibiendo. Tendríamos que ver la raíz de la palabra arte, estudiar el significado. Para mí tiene que ver con el amor incondicional, y tiene un final, le damos una forma concreta, pero esta limitación busca otras aperturas. El arte lo que hace es despertar expresiones, sentimientos, nuevas creaciones e inspirar. El arte es la musa inspiradora, y sacamos el conocimiento del aire, aunque te tenga que pillar trabajando.
Lo que reproducen todos los artistas es la admiración por el misterio de la naturaleza. La naturaleza está en el bienestar absoluto, abierta, hermosa, porque es así. Está en el fluir. Como un río que busca su cauce desde que nace, busca un camino hasta llegar al mar.
El arte no puede estar al servicio de una idea únicamente, tiene que trascender, ir más allá. Tú dices que la política y la religión nos dejan huérfanos. Pues la política no nos alcanza porque necesitamos ese otro bienestar, vivir sin sufrimientos superfluos. Y podemos aprender a estar, a sentir. Mientras no sirva a una idea o a un objetivo fijo, el arte transforma día a día”.
Termina su frase y reflexiona, mira y no mira a nuestro alrededor mesas repletas de turistas: “Siddhartha dijo que si no existiera la duda, volaríamos” luego inspira y al rato finaliza “Ah, el arte es una madre, sí, una madre…”.


Mara del Alar me mira, alas del mar me arrima. La dejo en el Macba y pongo mi brújula a buscar burbujas. No tomo aspirina. Como cangrejos, conejos y aceitunas vestidos de plumas y caras perrunas. Voy entendiendo que la ruta es grave y me llevará a la cuna. Escucho la luna. Nado parejo. Pedaleo.

Lunes, 16-07-07
Montse está en medio de Pa´tothom patas arriba, con muebles, cubos, clavos, cuadros, bicis, bolsas, restos, pedazos y piezas de trabajo con los cables expuestos. La miro de arriba abajo y luego de rodillas pintando a destajo un costado, donde caen las colillas. Mientras pinta responde a mis preguntas sobre el arte transformador:

¿Cómo reconoces a un artista?

“El artista es una categoría social. Esta categoría fija no es real. Todos tenemos la capacidad de ser artistas. Yo no soy artista, porque me autodefino así. Pero hay una estructura social que define. Los artistas son aquellos que en un momento dado se dejan absorber por el sistema. Hay muchos que no fueron artistas hasta después de muertos, porque en vida no se inscribieron en el sistema, como por ejemplo Lautrec o Van Gogh. No sé como se autodefinían ellos, pero en todo caso la sociedad no les reconoció la obra hasta después. Y así se vinculó el arte a la marginalidad. Ahora hemos cambiado a la bohemia, que es una marginalidad más aceptada, más burguesa.
Pero todos tienen capacidad artística. El arte de la transformación depende de lo que cada artista pretenda con su obra. Hay artistas que pretenden ir más allá, cambiar las cosas… aunque no todos lo logran. Hay casos en que el artista cambia su forma individual, ‘se mejora a sí mismo’, y eso es lo que necesita el capitalismo, individuos competitivos. Pero hay otros que quieren influir en la sociedad, positiva o negativamente. Lo que sí es definitivo, pienso yo, es que el arte puede influir desde la creatividad, y esto es muy importante. No desde baremos creados como la riqueza, el poder o el orden. El arte influye en la sociedad de otra manera, porque es desde la creatividad, la imaginación. Encuentro que el arte es la influencia más positiva.
La creatividad es un acto de pensamiento, intelectual, único. Muchas veces sucede que te encuentras que otros ya han pensado una idea antes que tú. A todos nos pasa pensar algo y luego encontrarlo escrito en algún lado… pero hay actos únicos que no son necesariamente originales”.

Cuando le pregunto qué relación hay entre el arte y el amor, Montse responde enérgica y rotunda:

“Ninguna. El arte tiene que ver con las pasiones. No sólo con el amor. Puede ser el odio. Es corriente que muchos artistas vendan el discurso del amor y la paz. Pero el arte no es ‘bueno’ por definición, ni significa amor o algo positivo. No podemos moralizar al arte porque nos convertimos en otra religión. Como ejemplo tenemos al Futurismo. Lo ‘bueno’ o lo ‘malo’ dependen del cristal con que se mira… Entonces existe el ‘arte bueno’ y ‘malo’, en la medida en que hay ‘gente buena’ y ‘mala’.
Lo que pasa con la bondad y la maldad es que no son absolutas. Como decía Hannah Arendt los fascistas podían ser buenos padres de familia, buenos vecinos y a lo mejor después iban al campo de concentración y mataban a mil. ¿Una persona ‘mala’ no puede ser artista? Es que no estamos en una película norteamericana donde los buenos y los malos se identifican claramente. Todo es más complejo. Hay gente muy mala que no se reconoce como tal y se piensan buenos.
Por ejemplo, tomemos a un colectivo con necesidades en Colombia. Si tú llevas payasos, me parece muy positivo. Al igual que darles pan o un lavabo. El problema radica cuando una persona, que condena a los otros a la miseria para mantener su riqueza, hace una donación de lavabos en un tugurio (zona de extrema pobreza) y se autodefine como ‘bueno’. Creo que nada más alejado de la bondad. Así también el amor y el arte son independientes de la bondad. No tienen categoría moral. Hay gente muy mala haciendo actos de buena fe y haciendo arte, y el problema es que se creen buenos porque hacen una donación o van a la iglesia u organizan un concierto a favor de los pobres. Todo producto de la lástima que sienten. Lo que los impulsa a actuar es la lástima, y no un cambio real. Esto sucede con proyectos con jóvenes, que se impregnan del discurso cristiano de que porque son jóvenes no pueden coger una brocha y pintar bien una pared. Y así no se hace un proyecto. La lástima que lleva a la caridad es terrible”.

¿Qué necesita un artista joven?

“Nada. No necesita nada. Los jóvenes lo tienen todo a su favor, sólo necesitan condiciones externas, porque ellos tienen capacidad de ser felices, sobreponerse, enamorarse. Pero no tienen la posibilidad de desarrollar estas capacidades si nos acercamos con la estúpida idea de salvarlos. Lo tienen todo, pero no tienen el entorno a su favor. El entorno ha de ser libre, pero de verdad. Lo que no puede ser es que digas a un joven ven, da tu opinión, pero no fumes, no grites, no juegues a la pelota. Tienen que tomar el lugar para que hagan lo que quieran. Yo no digo que no hacen falta reglas. En un momento dado para poder trabajar hay que cumplirlas. Pero según qué artista a lo mejor necesita las reglas para romperlas”.

¿Y las contradicciones entre las voces de Pa´tothom?

“Estamos de acuerdo entre nosotros en la idea de cambiar las cosas negativas, como por ejemplo el hambre. Somos cercanos aunque no lo parezca”.

¿Cuáles son vuestros valores?

“Que nos lo creemos. Cuando una empresa como Phillips o Telefónica dice “la empresa eres tú” no lo dice en serio. Pero nosotros sí. Nos creemos lo que queremos hacer.
Lo de la intervención social lo acuñamos nosotros en Barcelona para un monográfico de Allan Owens. Ahora la expresión es común y lo dicen muchos que no se lo creen, pero es bonito y vende.
La intervención social la inventamos porque nos veíamos capacitados para intervenir socialmente y cambiar las cosas. Ahora se usa mucho, porque se ha puesto de moda, pero nosotros nos lo creíamos y nos lo creemos todavía…”.

Montse acaba de pintar un gran tubo que atraviesa la pared del horno de rojo intenso.
¿El impulso hacia tu trabajo de dónde viene?

“Dejando de lado las casualidades de la vida, circunstancias -porque hay mucho de eso- en casa de los Forcadas siempre hubo gente viviendo, ganas de trabajar hombro con hombro con personas que quieren y no pueden. Nuestros amigos siempre fueron el rechazado, el loco… nuestros padres eran así. Así que no me extraña. Pero no es caridad. Porque no se trata de repartir sino de compartir”.


Martes, 17-07-07
Compartiendo mi energía con la bici voy llegando hasta Santa Perpetua de Mogoda, donde ejerzo un reemplazo de emergencia mientras Jordi está en Francia con los xavals.
En este lugar que parece evocar el destino de lo paranormal, un grupo de chicas está creando una escena colectiva en la que Anna, la protagonista, se debate entre una pastilla y la vida, abrumada por la soledad, la violencia y la falta de autoestima. El aire fantasmal de Santa Perpetua y mi imaginación hacen el resto cuando me sobreviene una crisis aguda, me derrito completamente y les pido a las chicas que se enrosquen como serpientes, que escojan su lugar en el espacio y se replieguen, luego despierten, olisqueen el aire con su lengua viperina y mediando sus cuerpos relucientes se deslicen de nuevo hacia el centro de la sala. Anna nos dará hoy su voz más silenciosa y estaremos presentes, listas. No es exactamente un saludo al sol pero tiene la potencia de nuestros cuerpos erguidos…
Después del taller me voy puntiaguda y en pedales, tomo el tren en la estación perpetua y apunto necedades. Sobre todo dudas y preguntas: ¿cuál es el origen de la actividad artística?, ¿qué alimento es imprescindible para un artista?, ¿cuándo es el arte necesario?... ¿cuándo es oportuno? …¿es el arte social aquel que sale del pueblo para volver al pueblo?… ¿quién es el pueblo y quién guía a esta democracia perdida?... ¿es una democracia aquella en la que no hay libertad de expresión o donde la producción simbólica está en manos de unos pocos? Y… ¿qué importancia tiene el reconocimiento en el ámbito de lo social?
Mientras rumio mis dudas esperando que el aire acondicionado de la RENFE me pegue fuerte, leo, que es parte del pedaleo. Ante mis ojos un texto sobre la relación entre maternidad y creación en el que una madre describe la tristeza inexpresiva que durante años mostró la única de sus hijas que, por circunstancias poco favorables, se vio privada de la sonriente mirada maternal. Esta niña se había vuelto tan triste que nunca reía, mientras sus hermanas menores sí lo hacían. La madre estaba aterrada, dolorida, carcomida. La hija sufrió cruento y se hizo una payasa terrible. Encuentro la carta de esta madre a su hija impactante, y la manera en que se expresa esta relación madre-hija apabullante y extrema, bellísima. Me pregunto qué tendrán que ver con todo esto la mirada y la risa…
Pedaleo, llego al agua de las plantas y al riego de mis textos. Me caigo de sueño y a la mañana siguiente despierto como un trueno.


Miércoles 18-07-07
¡Han vuelto los xavals! Pido permiso a Jordi para asistir a la reunión de evaluación del viaje del grupo a Grenoble con la obra ¿Dónde vamos?, para el festival de CREARC. Me lo da. A las cuatro estoy como un clavo en Pa’tothom y van llegando los xavals, primero Stéphanie, luego Gracy, Claudi, Nuria y finalmente Hassan. Ayoub llega algo tarde y Jonathan está de visita médica debido a un accidente en bici, así que no llegará. Jordi Forcadas está sentado en una pequeña escribanía en la entrada del local, con la nariz metida en su cuaderno me parece más flaco, un tronco nudoso y joven, blanquito. Pienso en los prometidos frijoles y en una siesta al sol…
Pero la noción es otra, tiene que ver con la ruta y la hoja rota en la que escribe sus notas y sus cosas duchas. Empieza la reunión con una valoración del proceso anual del grupo, su evolución, despistes, percances y alcances. Jordi felicita a los chavales por su entrega a un teatro que no se hace por dinero o fama, sino por placer y convicción. Juntos buscan un compromiso para el año próximo y consideran una invitación de fin de semana al campo, la continuidad de la obra y la posible substitución de Ayoub que se nos va a Madrid. Parecen todos bastante dispuestos, sólo Hassan pone alguna pega por un posible trabajo. Jordi formula su valoración positiva de parches bien cosidos. Las chicas están grandes, densas, hermosas. Los chicos amplios, largos, radiantes. Al menos en apariencia, la evolución de Xavals del Raval, el grupo joven de Pa´tothom, se muestra espléndida y amable.
Stephanie, que es la única con una queja pinchuda con respecto a la puntualidad, contesta cuando le pregunto sobre los efectos de la transformación: “como individuos, como seres humanos, somos más generosos. En el grupo se sintió algo distinto, que trabajamos para un proyecto común. Nos hemos salvado los unos a los otros.”.
El grupo de xavals ha creado junto con Jordi Forcadas, director de estudios de Pa´tothom, la obra “¿Dónde vamos?”, y por ahora han decidido izar velas, comprar bombillas y arreglar tablones para navegar juntos hacia un destino que parece ocupado. Dice Nuria: “he crecido mucho y estoy más activa en todo lo social. Ahora tengo un lugar donde contar lo que pienso y me escuchan.”. Gracy arrastra una ele ganchuda: “lo transformador es salir de lo normal y hacer cosas que una nunca ha probado. Yo le he perdido miedo a la gente. Y estoy más implicada con los demás.”. Hassan es el más antiguo del grupo, cuenta con tres años de presencia en las aulas de Pa´tothom, desde los inicios del proyecto Shirine. Se declara “un inconstante en el proceso…pero he cambiado mucho. Sobre todo me puedo concentrar más en el grupo y escuchar. Antes pasaba de todo, iba a mi rollo…”. Claudi desprende una luz tan nítida que después de verla, cuando cierro los ojos, la sigo viendo por un rato: “antes era muy tímida y ahora me sale cada improvisación…” interviene Ayoub: “sí, ella sale y se lo curra” y luego Jordi “!hay una foto tuya pronunciando la ce española!” Y pone la boca como un piñón atravesado de babosas. Claudi pues, con la boca como un piñón atravesado de babosas, es nuestra caribeña española en las tierras del Crearc. Ayoub confiesa sus dotes de media sonrisa: “a mí las mujeres ya no me creen. No se fían de mí…”. Risas. Con el aire satisfecho de haber superado un tornado, Stephanie afirma convencida: “si algo le afecta a uno, nos afecta a todos”.
Más tarde Ayoub ensaya sus fórmulas de seducción apoyado a las paredes de calle Luna, mientras declara sin un brote: “no me imagino cómo habría sido sin conocer el arte. Todo en lo que estoy metido es arte, lo que me permite expresarme pero de otra manera, que es muy bonita, si la gente puede respetarla. Como actor he cambiado pero sobre todo me he divertido. Para mi ser actor es conocer gente, conocer culturas, abrir la mente, saber mucho más aunque no sea para ser actor. Sino como persona. Al final, con la muerte, somos todos iguales. Ceniza, fuego, tierra, lo que sea… y no importa si eres barrendero o rey, lo que importa es lo que has hecho, lo que dejas detrás de ti”.


Pedaleo por la noche y voy al trote porque al galope no llego. En mis uñas, brazos y costados untada estoy de chocolate debido a un terrible vertido de la Avelunga Contreras, entiéndase un alter monigote con cinco dedos de Amanda Forcadas, la del primer camarote. Es capítulo entero y tropel de escritos futuros, sean flotantes o mudos, con topos y sin nudos.

Viernes, 20-07-07
Cuando llego al local de calle Luna, Jordi Forcadas está trabajando en la secretaría y la música latina trina. Lo pongo en antecedentes sobre este escrito y el efecto interrogante que rebota en mi entendimiento cuando oigo de la transformación por el arte. Y mi cabeza abierta de parte a parte.
Me escucha atentamente, hiperactivo e inquieto. Pez de madera tierna, tiene branquias a un lado y aletas de pescado… Le presento mis preguntas:

¿De dónde surge tu actividad artística?

“Creo que de querer jugar y construir símbolos a partir de la realidad, jugar con la realidad a través del arte. Me interesa el juego en relación a que lo principal no es el producto, sino lo vivencial, el proceso”.

¿Cuál es el alimento esencial del artista?

“La imaginación, en el sentido de generar nuevas realidades a partir de la observación del entorno, de lo que le envuelve. Un artista tiene que tener curiosidad e interés, y poder hacer metáforas para elaborar su propia realidad. La imaginación se trabaja hasta ser capaz de metaforizar al mundo creando lenguajes de sentido, sin resignarse al canal que nos dan para esto.”.

¿Cuál es el arte social?

“Tomo la carta de Augusto Boal cuando dice que todo arte es social, pero hay un arte anestésico o conductista que mantiene estructuras, y hay un arte transformador que pretende revisar lo que hay para abrir nuevas posibilidades de convivencia u organización social. El social que pretendemos nosotros no es un arte conductista ni que venda modelos o adoctrine sino que busca generar un diálogo entre todos los elementos sociales. Sin supeditarse a los conocimientos, dando por sentado que unos conocen y otros no. Todos somos poseedores de conocimiento. Todo ser humano tiene su saber. El arte social tiene que tocar las realidades, tener cercanía, proximidad con la realidad social”.

Si el arte es una herramienta, ¿para quién y para qué?

“Nosotros nacemos como herramienta para aquellos que se consideran o han sido considerados al margen de la participación social. Los silenciados, las personas silenciadas. Nos consideramos una herramienta para permitir a todo ser humano elaborar sus propios símbolos y evaluar aquello que ha recibido o se le ha impuesto. No somos herramientas de nadie, la gran ventaja es que no trabajamos para nadie…partimos de unos criterios de idealismo, y esos ideales nos guían”.

Si no trabajamos para nadie, ¿de dónde sacamos los frijoles?

“Es una pregunta constante que tenemos. Hay procesos como el de los xavals, en el que no hay frijoles. Tenemos una presión para sobrevivir y una presión ética que pasa por encima de la supervivencia económica”.

¿Crees que vivimos en una democracia real?

“Creo que nuestro papel es el de transmitir a las personas el poder de transformación que tienen. La situación se nos maquilla con una democracia aparente, donde el ciudadano es muy pasivo y los más activos nos dirigimos a esas instancias políticas que no llevan el rumbo de esta sociedad, que son los títeres políticos al servicio de los imperios económicos. Lo que tenemos que hacer es mostrar cómo el pueblo puede tomar parte y decidir cómo tienen que instaurarse estos poderes económicos y cómo han de legislarse. Si por democracia entendemos esta sociedad en la que el bienestar es tomar café de Colombia o ponerse un perfume de la India. Si pensamos en ese bienestar y en la seguridad de mi piso, mi coche, mis vacaciones… eso es alienante ¿no?...”.

Siempre que dice ese no al final de una frase caigo en la cuenta del Jordi colombiano… entonces suena el teléfono y está el Jordi catalán tomando una cita perfecta para Montse. Vuelve a donde estábamos:

“Es interesante lo que dices, porque me acuerdo de un profesor que me gustó mucho que decía que ahora separamos la técnica y el arte, pero los griegos no, para ellos era la misma cosa en el sentido productivo. Y esta separación actual ya nos predispone a que el arte sea visto de una manera y la técnica de otra. Siendo que alguien le decía a Boal que el arte cambia los símbolos, pero no las estructuras. Y Boal dijo, ¡si cambiáramos los símbolos! Igual ahora vemos lo que hace esta sociedad del bienestar, cómo destruye la naturaleza, el medio ambiente y vemos cómo este bienestar produce basura o cosas innecesarias. Nos damos cuenta de que si todo el mundo tiene coche, el planeta se destruye. Si todos van en coche no hay medios ni manera de que sea sostenible. Nos enfrentamos a un modelo social fracasado, insostenible. Y nos tendremos que replantear qué modelo seguir. Necesitamos imaginación para romper este modelo capitalista de ganar, basado en tener más y más. Boal habla del ansia de devorarlo todo”.

Háblame de ¿Dónde vamos?, la obra de Xavals del Raval

Plantea el papel del joven frente al grupo, la organización colectiva. Es reflejo de lo que se vivía en el grupo, es una metáfora de la conciliación de los deseos individuales con los colectivos. La reflexión a la que llegamos es que realmente, no cuando vivimos en la inercia acomodaticia sino cuando hay una pulsión de supervivencia, es cuando el hombre toma su dimensión social. Es paradójico, es algo que me parece triste de Europa, que la sociedad del bienestar lo que ha traído es una deshumanización hacia los otros. Y peor aun, se inventan opresiones que en sociedades primarias no existen. Hay una visión del ser humano que a veces me transgrede a mí, que es la de su necesidad de estar en la lucha por la supervivencia para poder dimensionar lo que es vivir. Como decir que sin la percepción de la muerte, a veces no se valora tanto la vida”.

Cuando le estoy preguntando por la importancia del reconocimiento en el arte social llega Montse, intercambian algunas bromas y comentarios cruzados hasta que acaban hablando de Piqué, Rajoy, Acebes y Zaplana, con la ce española que no es la catalana. Yo de políticos no hablo y espero paciente, con la pluma levantada.
Al rato Jordi vuelve y pone el punto:
“Normalmente se entiende reconocimiento como reconocimiento público. Pero cuando yo me siento reconocido es cuando los colectivos me asumen como parte de ellos, como uno más en el proceso. Es una profesión un poco dura que no pasa por luchar por el reconocimiento público sino por el reconocimiento de tu cercanía al fenómeno social. Y en palabras de Paolo Freire, no es tanto lo que le enseño al colectivo, sino qué reconozco en mí de estos colectivos, en el sentido de re-conocer”.



Sin decir más nada se va Jordi Forcadas y yo quedo imaginando un re-conocer brechtiano, que es un re-conocer sorprendido de lo que tenemos al lado. Agotada por los humanos, busco nuevos datos hundida en un pantano. Y con sorpresa reconozco a varios renacuajos, que en el lago disecado empujan el crecimiento para llegar a ser grandes sapos. Y qué estupor el mío cuando me entero de que caníbales se han vuelto para ganar tiempo a destajo, y olvidando el cuerpo ético se han comido a sus hermanos hasta volverse gigantes, reales futuros sapos.
Y del océano al río, metida hasta las manos, veo la larga odisea de salmones hembras y machos nadando contra corriente para volver a la fuente y encontrar al final la muerte. Todos cambian de cabeza, de color y de manto. Y todos saben de su suerte. Al final se han transformado de peces plateados en bichos grotescos de cuerpo rojo y cabeza verde, y aunque llegue uno de mil, contra las zarpas del oso pudiente volverán a fecundar la fuente.

Y colorín, colorado… este cuento no ha acabado. Espero les traiga suerte y si se encuentran mareados, beban agua celeste y hagan sietes acostados.


Barcelona, julio 2007

miércoles, marzo 19, 2008

El abc de las camas

“Estuve dos meses sin dormir, no paraban de hablar, me tapaba la cabeza con la almohada pero igual escuchaba voces, ¿cuánto quieres?, ¿5 euros?, ¿10 euros?, luego salían a entregar. Ellos descansaban por la mañana, pero yo iba a trabajar al kebab pakistaní. Compartía la habitación con un ruso. Una noche lo encontré con una bolsa de cocaína. Venden hachís, marihuana, de todo...”. Nick (29) nos introduce con un hilo de voz al abc de las camas calientes. Está en Barcelona desde hace tres años, salió de Afganistán a los 16 y desde entonces ha atravesado media Asia y parte de Europa buscando un lugar donde arraigarse. Ya no tiene familia ni hogar, tampoco documentación. Funge como documento de identidad su solicitud de asilo en España: “quiero quedarme en España, está bien. Pero mi pasaporte está en Madrid y no me dicen nada. Espero, espero… No sé qué va a pasar. No puedo trabajar sin papeles, tengo que alquilar una habitación. Por suerte en la casa sólo estuve dos meses…”. La casa a la que se refiere Nick es un edificio de siete plantas con ventanas uniformes en las que brillan por su ausencia los trapos familiares colgados a secar. El gran portón de entrada tampoco deja imaginar lo que descubrimos al subir por la escalera maloliente hasta el departamento del tercer piso: basura amontonada, platos sucios, un retrete rebosante de deshechos sin puerta, ducha ni papel, todas las habitaciones cerradas con candado excepto una que deja entrever el cuerpo de un hombre respirando bajo una manta. Cuando salimos del edificio, Nick aclara el uso de los departamentos: “Son todos iguales. En el mío había una española y algunos rumanos, pero la mayoría eran hombres, rusos y pakistaníes. El jefe, un pakistaní, me pidió 200 euros y luego cambió a 300. Al final pagaba 250 para dormir en un colchón sucio, estaba lleno de gente, dormían unas treinta personas”.

La casa de Nick, sus puertas cerradas a golpe de candado, sus sombríos pasillos transitados por decenas de hombres en el trajín del negocio ilícito, queda oculta tras la fachada de un edificio anodino como los hay a cientos en las ciudades españolas. Es esta opacidad del miedo lo que atravieso al navegar en la red en busca de información sobre las camas calientes. En los foros españoles dedicados al tema se debaten opiniones y quejas que arrojan luz, cuando no sombra, sobre este sensible y complejo asunto ligado al acceso a la vivienda, al derecho al trabajo y a la propiedad privada, a las relaciones entre la población autóctona y la conformada por los distintos colectivos de extranjeros, a la ilegalidad y, finalmente, al difícil papel del gobierno en la situación actual.

Según datos oficiales actualmente casi el 50% de los inmigrantes residentes en España vive en pisos compartidos subarrendados en los que alquila en el mejor de los casos una habitación y, en el peor, una cama. Se estima que hay en España unas 12.000 camas calientes, 2.000 de ellas en Barcelona según el Obsertavorio Permanente de la Inmigración del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Según este Ministerio, el 19% de la población inmigrante vive en situación de hacinamiento, y un 61% comparte habitación y no con parientes. Sin embargo, el departamento de prensa del Ayuntamiento de Barcelona, donde más se ha indagado en esta situación y se han manifestado protestas vecinales, y por otro lado, los funcionarios de distintos cuerpos policiales (Mossos d’Esquadra, Guardia Urbana) insisten en subrayar la dificultad en verificar el uso ilícito de habitaciones y departamentos. En el 2005 se detectaron un total de 1.895 hogares españoles con más de once personas censadas, cifra que se redujo el año pasado a 741, sin que pueda determinarse si esas personas viven de hecho en la vivienda o si se utiliza la dirección para gestionar papeles o conseguir permisos de trabajo. Con todo, y a pesar de las duras condiciones de estos pisos, son muchos más los inmigrantes que viven al raso en la calle, en lugares públicos o debajo de los puentes. Unos 30.000 según el informe citado. Para ellos, vivir en un piso patera o descansar unas horas sobre un colchón tibio, pagando entre 100 y 300 euros al mes, es un lujo.

“Hablo idiomas, tengo diploma de cocinero y de guardia de seguridad profesional. No me gusta vivir así. Estoy buscando piso para traer a mi familia. Soy vigilante en una empresa española, pero si no eres español, te putean. No es fácil, trabajo mucho, no gano tanto y la vivienda es cara”. Gaani (35), oriundo de Islamabad, frunce el ceño mientras estruja un papelito entre sus dedos finos. Tiene las patillas recortadas a la perfección. La casa donde vive es un continuo ir y venir de hombres vestidos con atuendo tradicional o a la occidental, algunos en pijama están desparramados sobre los colchones del dormitorio principal instalado en el salón, viendo una película de Silvester Stallone. Son en total 10 los habitantes de este piso de dos habitaciones. Todos hombres pakistaníes excepto Rosa (50), una rusa lozana y juvenil que comparte la habitación más pequeña con su pareja. “Yo estoy enamorada, si no iba a aguantar esta mierda…” dice Rosa arrastrando la r, luego suelta una carcajada que le sacude los cachetes rosados, “mira, yo hace un año que vivo aquí, me quiero ir, pero gano 350 al mes limpiando una oficina, aquí pagamos 200, en otro lugar a lo mejor 300, o más. Me iría…pero 3000 euros para pagar la entrada de un piso de dónde los saco…” Jaiz (24) retruca “A mi me gusta vivir así, podría vivir solo pero prefiero estar aquí, es más divertido, aquí hay amor, amistad. Además yo puedo vivir en cualquier lugar”. Ibrahim (53), venido de las tierras de Leia, al sur del Paanjab, parece prematuramente envejecido bajo su camisa de seda “tengo cuatro multas por vender cervezas en la calle este verano. No las puedo pagar, 800 euros es mucho”. Explica que cada uno paga 100 euros y que el propietario amenaza con echarlos. Más tarde hablamos con Nakar (49) el pakistaní que alquila el departamento. Vive en Barcelona desde hace 17 años, regenta un locutorio en una calle central, es propietario de su propia casa y tiene pensado “sacar a la gente el mes que viene. Ya se termina el contrato. Pago un alquiler de 650 euros, pero... viene uno, se va, viene otro... Es un lío.”

Estando ocupada en desentrañar este lío de las camas calientes, me encontré por azar al alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, quien después de oficiar alegremente la inauguración de la plaza Aureli Capmany en el barrio del Raval, tuvo a bien opinar sobre esta nebulosa “No encuentra datos porque no hay datos. No es fácil detectar este fenómeno. Lo que podemos hacer es identificar el sobreempadronamiento y dirigir la inspección laboral para evitar los abusos, pero evidentemente toda esta gente que llega en una etapa inicial no se detecta”. El señor Hereu le dedicó una mirada oblicua a mi pregunta sobre la nacionalidad de los arrendadores “hay un poco de todo”, dijo, y desapareció entre globos de rojo corazón.
Pues bien, si es cierto que en todas partes cuecen habas, también lo es que desde un principio la historia de las camas calientes ha formado parte de lo oculto. El término, acuñado en la Inglaterra del 1800, se refería a un famoso sistema que permitía optimizar la producción haciendo dormir por turnos a los niños de 8 años (empleados, claro está, a pesar de que estaba prohibido por el Factory Act de 1802) de modo que iban pasando los unos después de los otros por los mismos lechos, lo que impedía que las camas se enfriasen. Tan ilustre y añejo origen no impide, pues, que sigamos ajenos a la existencia de esta práctica. Aun cuando entre las camas calientes inglesas o españolas y las casas tapadera o casas patera utilizadas por las mafias, se abre ante nosotros un amplio abanico de viviendas que ofrecen colchones tibios y apretados a precios desorbitados.

Desorbitado por el azúcar, Ibrahim revuelve en una bolsa de plástico sus medicamentos para la diabetes, traídos de Pakistán para ahorrar. Tiene que enviar dinero a su esposa y sus cuatro hijos, todos en edad de estudiar. Cuando le pregunto cuándo va a volver a su país se le llenan los ojos de lágrimas, saca una alfombra doblada del interior de una nevera que sirve de armario, como cayendo en la cuenta del desorden, y se esconde en la cocina. El joven Jaiz asume el protagonismo en perfecto inglés: “yo vengo de una familia acomodada. No quiero ser rico, ni normal. Quiero ser famoso. No quiero levantarme, ir a trabajar y todo eso. Quiero que el mundo me recuerde”. Jaiz conoce bien los dramas de Shakespeare y quiere ser actor “Antonio Banderas es el mejor. Pero ahora empiezo con un trabajo como guardia de seguridad, que es el único trabajo de cuello blanco para los inmigrantes aquí”. Cuando le pregunto sobre los sueños, la materia con la que trabajan los actores, Jaiz contesta “Yo no tengo sueños. Los sueños no existen, sólo existe la ambición”.
La ambición de conocer y tener oportunidades es lo que empujó a Norberto (27) a dejar México y embarcarse en la aventura europea. “Llegué con el pasaje, mi saxo y 300 euros en el bolsillo”. Pero el dinero se hizo poco enseguida y las cosas en Alemania, Alicante y Valencia no le fueron muy bien, “En Alemania te piden título hasta para barrer y te miran mal si no eres rubio. En Valencia no alcanzaba a vivir de la música, algunas noches dormí bajo un puente, cerca del Tura, pero el problema son las cosas, las tienes que guardar para que no te las roben”. Hace tres meses que está en Barcelona y desde hace algunos días alquila una habitación en un departamento con interiores almodovarianos y candados en las puertas. “No conozco a mis compañeros de piso, nunca los vi. Siempre que vengo está echado el candado. A la que me alquila, una italiana, no la volví a ver. El lugar no está mal, es una habitación y ya, la cocina y el baño, ¡buaj!, pero es el único lugar que encontré en el que me pidieron 50 euros de fianza”. Norberto relata historias que circulan entre los recién llegados “un chileno llegó a dormir en un bar cerrado, antes vivía con otras 8 personas en un departamento pero se llevaba mal con una negra y al final lo echaron, luego vivió en una habitación con un esquizofrénico que por la noche se volvía loco y lo atacaba”. Norberto acaricia el saxo mientras cuenta que intentó trabajar repartiendo publicidad, pero lo paró la policía y supo, entonces, que tanto repartir publicidad como tocar en la calle, está prohibido, “No puedo tocar, pero en realidad toco. Fui a pedir el permiso y fueron muy amables, pero han pasado dos meses y nada. Busco lugares donde pase gente pero apartados y así saco los 20 euros que necesito. Me arriesgo, porque sin papeles no me dan trabajo pero tengo que comer y pagar el alquiler”. La habitación que le cuesta 275 euros al mes es espaciosa y luminosa, pero no la quiere compartir “hay problemas con los horarios, no se puede hacer ejercicio, dormir, meditar, nada. Estás siempre como coartado, intranquilo. Dentro de la convivencia, que está bien, es importante tener intimidad, o se genera tensión, incomodidad”.

Incomodidad es lo que me transmite Kola (43), un nigeriano de Benin City que me mira con recelo cuando le pregunto por las condiciones de vida en Barcelona “aquí hay asociaciones que te ayudan, Cáritas, por ejemplo. Pero en realidad depende de uno” Gracias a Kola conozco a las prostitutas nigerianas y a sus niños. Jane (25) y su hija pequeña apenas tienen tiempo para pasar un rato juntas, ni hablar de dormir o estudiar, tanto es el trabajo por hacer después del trabajo en la calle. Al entrar en el departamento de este grupo de mujeres nigerianas y sus hijos me rebotan en la cabeza las palabras de Ajaz, un pakistaní “los hombres que viven solos aquí vienen de una cultura patriarcal, las mujeres hacen todo, ellos no saben ni limpiar ni cocinar, por eso viven tan mal”. Jane y las chicas, en cambio, cocinan, limpian, cuidan a sus hijos y trabajan en la calle para ganar o más bien para seguir restando a la enorme deuda en la que viven. El alquiler es sólo una pequeña parte de esa deuda, ni la más grande ni la más peligrosa. La mayoría de ellas tiene un aspecto cuidado, acicaladas con abalorios y perfumes. Tal vez esto tenga que ver con Okum, la divinidad del río asociada a la riqueza y al amor que a veces se involucra en el ritual voodoo que es origen del viaje hacia una rueda que nunca para. Es este el caso de Jane, que de Okum tiene la dulzura, la belleza y una capacidad de seducción natural “¿qué dices bonita, yo voy a salir de ésta?”. Los colchones están diseminados por todas partes, con ropas, mantas, peines y peinetas, en un desorden colorido en el que, tristemente, faltan los juguetes. “Hacemos turnos para todo, para dormir, para trabajar, para limpiar, para cuidar a los niños. Compartimos todo, como hermanas”.

“Juntos somos mas fuertes”, afirma en un suave catalán Joan García, secretario de la federación de asociaciones de vecinos y vecinas de Barcelona, que me esclarece sobre el capitulo español de las camas calientes “aquí los andaluces hacían barracas en los 60, luego fueron mejorando hasta tener viviendas. Yo tenía un piso patera debajo de mi casa cuando era joven, una familia de andaluces. El problema es que ya no nos acordamos de eso”. El portavoz de la federación no detecta preocupación ni molestias entre los vecinos que no sean “las de los propios individuos que sufren en las camas calientes” y cree que esa realidad es consecuencia de una falta de medios debida a la vulneración del derecho fundamental al trabajo. “La solución es que se permita trabajar legalmente a los que están aquí”.

Tras la dulzura de García, la vuelta a casa en un camino sembrado por decenas de carteles de venta o alquiler de inmuebles. Frente a la entrada del edificio en el que vivo, habitado mayormente por inmigrantes, una joven me pregunta por una pensión. Más tarde, frente a la pantalla de mi ordenador, el abc de las camas calientes bulle de interrogantes y casi explota de curiosidad por llegar a la z.

miércoles, diciembre 12, 2007

Esclavos del amor

Esc. 1. Int/día

En el interior de la cocina de un restaurán, un cocinero de rasgos exóticos enjuto, de unos 45 años y su ayudante de cocina, un joven de rasgos centro europeos corpulento, de unos 35 años. Ambos, vestidos con uniformes de cocina blancos y delantales de colores vivos, están leyendo una revista.

Cocinero: (grita pronunciando marcadamente las erres) ¡¡¡Esclavo del amorrrrrr!!! ¡¡¡soy un esclavo del amorrrrrr!!! (levanta la revista al aire) Ves tío, tú no me escuchas. ¿Qué te digo yo, guapo? Esto, ves (señala la página de la revista), fin de semana ardiente, serás un esclavo del amor (golpea la página) ¿Qué soy yo?, un tío cachondo, ¡claro!...

Ayudante: (con autoridad, leve acento eslavo) a ver, déjame ver... (quitándole la revista de las manos). Tranquilo tío, no pasa nada... (lo separa un poco con el brazo).

Vemos el detalle de la página del horóscopo.

Ayudante: Sagitario...mmh, veamos... tendrás diferentes oportunidades de seducción. Prepara tus armas.

Primer plano de la sonrisa de oreja a oreja del ayudante, levanta las cejas como si hubiera descubierto algo.

Ayudante: ¡Bien!Yo tengo todo preparado (ríe) ¿Sabes cómo lo llaman a este en mi tierra? (señalándose la entrepierna)... ¡¡¡¡Kalashnikov!!!!

Los dos estallan en carcajadas, el cocinero le da palmadas en la espalda al ayundante. Del otro lado del mostrador, bajo el arco que da hacia el comedor del restaurán, aparece una camarera, de aspecto latino, prolija, bonita, de unos 30 años, lleva un pequeño delantal que deja ver sus formas femeninas debajo de la camiseta escotada.

Camarera: (zalamera) ¿pueden ser dos platos del día?
Cocinero: ¡no!, ¡no puede ser! (suelta una carcajada ruidosa y se da la vuelta para preparar los platos)
Ayudante: (seductor) ¿qué pasa bonita, cómo va por ahí afuera?
Camarera: (irónica) como siempre, hambrientos...
Ayudante: ¿y tú? ¿cómo estás? ¿has descansado bien hoy?
Camarera: maso (sonríe)
Ayudante: (confidencial) ¿has hecho amor esta noche?

La camarera baja la mirada. El cocinero le entrega los platos al ayudante, éste los coloca sobre el mostrador y, sin soltarlos, acerca su cara a la de la chica como en un reconocimiento médico.

Ayundante: (experto) ah, se nota. Hay que hacer amor todos los días, renueva las energías (suelta los platos y abre los brazos hinchando el pecho y respirando hondamente).
Cocinero: (de espaldas, en voz muy alta) ¡Importante es ser felisssss! (al ayudante) ¿eh, tío? Importante es ser felis, ¿no?

Los dos ríen, gritando al unísono: ¡¡¡¡importante es ser felisss!!!

La camarera se ríe, se va con los dos platos.
El cocinero se da la vuelta, señala a la camarera.

Cocinero: esa no es normal, tío, no habla con nadie
Ayudante: sí, pero está buenísima, mira qué culo que tiene, apretadito como una negra, y esa boquita......ssssssaiiiijjj (se toca la entrepierna).
Cocinero: (mirando hacia el comedor) es que cada vez están más buenas, tío... ¿has visto a la Rosario, cómo ha venido hoy? Está casi desnuda, ¡esa viene a por más, chaval! (le golpea el hombro)
Ayudante: yo ya tengo a mi mujer, mi catalana es muy caliente, hombre, no puedo más...
Cocinero: ¡importante es ser felisssss! ¡Eh!

El ayudante ríe satisfecho. Se miran con complicidad, toman aire, gritan los dos al unísono: ¡importante es ser felissss!, ¡¡¡importante es ser felisssssssssss!!!


Esc.2 Int/día

Cocina del restaurán, se oye música latina a todo trapo, ruido de cacerolas. El cocinero está moviendo cacharros de un lado para otro y su ayudante está barriendo el suelo, mientras hablan animadamente.

Ayudante: eh, eh, ¿sabes por qué los de Lepe tienen siempre los buzones llenos de semen?
Cocinero: no, dime, dime, tío
Ayudante: ¡¡¡porque dice correos!!!

Los dos ríen. El ayudante baila una lambada con la escoba. Llega la camarera al mostrador, apoya un plato.

Camarera: (disgustada) Este plato está mal, era con cous cous y sin tomate, que le da acidez... (resopla).

El cocinero se da la vuelta, tiene en las manos un plátano con la piel recordada de manera que cuando lo empuja por la base, se ve la pulpa del plátano y en la punta un capuchón de piel. El cocinero apunta con el glande frutal al ayudante. Los dos ríen como locos, el ayudante se ríe tanto que tiene que apoyarse a la pared.

Ayudante: eh, eh, qué bueno tío, mira esto...

El ayudante toma dos pequeñas patatas hervidas y se las coloca a la altura de la entrepierna por detrás del delantal. Levanta el delantal mostrando las patatillas como si fueran testículos. Los dos se ríen, el cocinero suspira, agotado de tanta carcajada.

Camarera: oigan, perdón, pero estoy aquí... ¿se acuerdan? (impaciente) ¿me cambian el plato?
Cocinero : (serio)¡por favor!
Camarera: (enojada) ¿qué porfavor ni favor? ¡es tu trabajo!
Cocinero: ¿cuánto cobras tú, eh? (al ayudante) ya estoy harto, tío, de aguantar a ésta, al chulo ése de ahí afuera, qué mierda tío, esto es una mierda (se saca el delantal, lo tira)
Camarera: ¿y qué te he hecho yo?
Cocinero: a ver, ¿porqué han dejado los platos sucios de la noche, eh? porque luego vienen los de la mañana y limpian todo, eh, a ver, no tío yo me voy (patea el delantal hacia el ayudante)
Ayudante: (recoge el delantal del suelo, le tiende la mano) vamos hombre, ponte el delantal...
Camarera: (conciliadora) bueno, fue sin querer, es que no me dio tiempo, ayer hubo mucha gente y estaba yo sola..

El cocinero toma el delantal, se lo empieza a poner.

Camarera: ¿me daís el plato ahora, por favor?
Cocinero: (violento) ¡¡¡tú callate!!!

Primer plano muy estrecho sobre el rostro de la chica. Vemos solamente los ojos, la nariz y la boca. Le tiemblan los labios, su expresión se transforma hasta cerrarse en una mirada de odio.

El ayudante coloca el plato de cous cous sobre el mostrador, frente a la chica, haciendo un sonido seco. Detalle del cous cous en el plato. Fundido a negro.


Fin

martes, diciembre 11, 2007

Esplendolores


Estamos en un supermercado de la cadena Sorli Discau, que tuvo sus inicios en un lejano 1923 en el barrio barcelonés de Poble Nou cuando Francesc Sorli decidió abrir una tienda de víveres en la calle Pere IV.

Esta mañana el súper está medio vacío, como un islote perdido en medio de la amplia franja fronteriza en que se ha convertido la Gran Vía de les Corts Catalanes, donde se mezclan las aguas revueltas del barrio del Raval con las aguas vidriosas de arriba, más allá del ensanche catalán.

Frente a la extensión de quesos y embutidos, tras el mostrador de vidrio, un empleado se coloca un guante de látex, que al estirarse cede por la muñeca ruidosamente. La clienta que espera su turno, una latina morocha y corpulenta, mira impaciente. El empleado, escrutando con mirada supersticiosa, elige un guante de otra caja y se lo pone, pero éste también se rompe. La clienta morocha golpea el suelo con su zapato de charol rosa. Finalmente, el empleado consigue ponerse un guante sano y mirar a la latina por debajo de su gorrita triangular.

Clienta: (señala los jamones en oferta) quiero ciento cincuenta gramos del último.

El empleado toma el jamón y empieza a cortarlo.

Clienta: ¡no! ¡Ése no! El otro…

Empleado: ése no es el último, es el penúltimo, usted me dijo el último, (cambia los jamones y empieza a cortar en la máquina) ¿qué más?

Clienta: (seca) quiero doscientos gramos de queso de ése… cómo se dice… semi… en rodajas.

El empleado corta el queso y coloca las rodajas con las puntas de los dedos sobre la bandeja de la balanza.

Empleado: (sin mirarla) ¿algo más?

Clienta: quiero doscientos gramos de jamón dulce y… (señala con la cabeza del otro lado del aparador donde están expuestas las carnes rojas y las aves) quiero carne y quiero pollo.

El empleado se da la vuelta para cortar el jamón en la máquina de cuchilla circular, con el cuerpo inclinado y la gorrita triangular invisible tras su cabeza gacha. Entonces llega un viejo arrastrando los pies a la sección de charcuteria, camina a pasos pequeños y tiene la piel fina, blanca y resquebrajada en la frente, con grandes ronchas de piel escamada.
Viejo: ¿qué tal, jodío? ¿cómo estás?

Empleado: (sin darse la vuelta, ni mover la cabeza) me ha tocao la lotería.

Viejo: ¿quéeee?

Empleado: (alza la voz sin moverse) ¡que me ha tocao la lotería!

Viejo: y a mí me ha tocao el gordo esta mañana (se toca el hombro)… sí, me ha tocao el gordo… (ríe) ya ves.

El empleado, que se ha dado la vuelta y está pesando el jamón en la balanza, mira al viejo con ojos divertidos, socarrones. Luego se dirige seriamente a la clienta latina, que lo fija impasible sacando pecho del cuerpo imponente. El empleado se ajusta la gorrita y se desplaza del otro lado del mostrador a cortar la carne.

En la sección de verdulería una empleada con cabellos de tinte anaranjado atiende a un hombre maduro vestido con zapatillas de estar por casa.


Empleada: ¿y?... ¿cómo estás?

Hombre: (con fuerte acento catalán) pues bien, aquí, tirando… he venido a buscar fruta.

Empleada: pues hoy no te conviene, el lunes es un mal día para la fruta, porque no tenemos entrega y está en cámara desde el viernes.

Del otro lado del local, una joven afrocaribeña atiende a dos viejitas que andan buscando a gritos pan troceado para hacer migas. La afrocaribeña vuelve con su cabeza trenzada tras la caja, debajo del delantal rosa asoma una incipiente panza de embarazada.

Vieja: ¿porqué estás tan seria, niña?

Cajera: no estoy seria, estoy pensando… es que cuando pienso no me río tanto, normalmente sí, pero si me pongo a pensar se me va la risa… estaba con la cabeza en otra parte, perdone.

Vieja: qué va, niña, qué te voy a perdonar… en aragonés ¿cómo se decía?

La vieja interroga con la mirada a su compañera, una anciana flaca con el pelo de la nuca flotando arremolinado como una nube ligera y cobriza sobre su pequeño cráneo. Las dos se sostienen las miradas en silencio, hipnotizadas por el misterioso olvido parecen dos pájaros delgados suspendidos en el limbo. Entonces llega a la cola de la caja el hombre maduro de la verdulería y, tomando un sobre de sopa deshidratada de la cesta de plástico, se dirige a la vieja en suave catalán, casi en voz baja.

Hombre: ¿s’està oblidant això?

La vieja asiente levemente y toma el sobre de sopa, el hombre responde ladeando la cabeza en un gesto cortés. En el vestíbulo de entrada del supermercado, una joven madre leyendo el periódico sentada en la cafetería, frente a ella su bebé enfundado en un cochecito de última generación. La madre lee a través del flequillo, absorbida por una noticia que denuncia el deplorable contenido de la televisión española. La está atendiendo una joven de rasgos redondeados y ojos color almendra, que al decirle el precio del café murmura algo incomprensible.

Madre: ¿qué? Perdona, no entendí…

La joven de ojos almendrados se ruboriza, repite el precio del café y escapa tras el mostrador de la panadería, donde esperan dos tipos que quieren barras de pan abiertas para llenarlas con algo de comer. Cuando el más alto y viril de ellos le pregunta de dónde es, la joven bonita sonríe.

Panadera: marroquí, soy de Marruecos…

Tipo 1: ¿y cuánto llevas aquí? … oye, ¡qué guapa te pones cuando sonríes!

Tipo 2: venga tío, que tenemos mucho que curtir…

Tipo 1: oye, no te pongas pesao, ¡no ves que le estoy diciendo un piropo a la chica!

Tipo 2: (mirando al suelo, pisa un papelucho con su bota de trabajo) ya… vale, date prisa…

Tipo 1: (seductor) hablas muy bien español, ¿dónde lo has aprendido?

Panadera: pues no, no hablo muy bien. Poco. Hace dos años que estoy aquí, pero en casa hablamos árabe y la tele también en árabe porque la española no me gusta. Hace seis meses que veo una serie, pero es muy mala, muy feo todo.

Tipo 1: ¿y amigos? ¿no tienes una amiga?

Panadera: no, no tengo.

Tipo 1: pues yo vengo a verte y hablamos, ¿quieres? Así practicas.

La joven sonríe abiertamente, luego se pone seria, explica pausada.

Panadera: es que el 4 cerramos, la panadería cierra. No sé porqué pero no funciona, no viene la gente, el sueldo es muy bajo y el propietario que vino a hablarme el otro día me dijo que es igual en los otros locales. Cada vez peor. Ahora estoy buscando trabajo.

Tipo 1: ¡Vaya guapa! Pues si me entero de algo de aquí al 4 te aviso. ¿Qué sabes hacer?

Panadera: de todo, hago de todo. De panadera no me gusta pero necesito trabajo y hago lo que sea… trabajar.

El tipo le hace una señal con el pulgar hacia arriba, sonríe y toma a su compañero por el hombro de la chaqueta, arrastrándolo hacia fuera. Caminan por la Gran Vía hacia una furgoneta mal aparcada en la esquina de la calle Calabria. En esa esquina un joven de cabello rapado está sentado en un banco con la cabeza agachada y los codos apoyados en las rodillas. El joven sostiene una bolsa de plástico en una mano, en la otra una lata de cerveza. Por detrás del cráneo agachado se puede ver descender un hilo de saliva, el chaval lo deja colgar hasta llegar al suelo, entonces carraspea fuertemente y escupe un gran salivazo manchado.



Barcelona, 26 de Noviembre 2007
Publicado por la revista de cultura migrante www.trovarelamerica.org en diciembre 2007

jueves, noviembre 22, 2007

Horror Vacui

En una cocina de estilo country con detalles de diseño minimalista y flores de plástico. A la mesa está sentada una pareja de ancianos, ambos llevan gafas de pasta coloreada y visten tonos claros con un toque juvenil. Comparten comida con un joven treintañero y una mujer madura, vestidos de negro. En los estantes, detrás de ellos, una colección de sales, pimientas y aceites aromatizados. La pareja de ancianos, El y Ella, habla por encima de leves sonidos: el joven envuelve una bobina de película con las manos ocultas bajo la mesa, la mujer madura teje al costado ropita de lana coloreada para bebé.



El: ¿quién ha puesto dos ensaladas? ¿dónde está la otra?
Ella: (desafiante) ¿quién qué?
El: ¿tú has puesto la otra ensalada? ¿dónde está?
Ella: sí, es la del mediodía.
El: ¿porqué? Ahora la he mezclado y hay dos ensaladas.
Ella: bueno.
El: va a sobrar ensalada… ¿porqué has puesto las dos?
Ella: yo sólo la he puesto en la mesa, no la he condimentado, las has preparado tú.
El: ¿y ahora cuál como?
Ella: la que quieras.
El: (desesperado) vamos a tirar la ensalada
Ella: (al joven y la mujer madura) ¡niños comed ensalada!

(apagón)

La verdad de Sol




Sol
acabas de apagarte y aun tus rizos blancos
dan luz cenicienta sobre mi sueño
te escucho cantar al viento
gritando con desempeño
soy marinero
más que pirata
aventurero

Sol
ha llovido en Ibiza
yo dormía en el centeno
mis pies mojados estaban lejos

fulgurantes como perros
han llegado a mis oídos
chismes de sangre
cosidos con tus pelos
cabalgaban
con aliento entrecortado
galopando en la oscuridad
de la noche
como canes conejeros
excitados por un golpe certero

Sol
te recuerdo puro como eras
ahora en la crónica negra
y
muero
por besarte con ojos sinceros
muero por tenerte entre mis brazos
cuidar tus hombros machacados
tus piernas obstinadas en el último instante
tu cerebro brillante
abierto al sol de esta isla
blanca con nubes negras
que llegan a contarnos
que no hay fábula de amor
ni respeto natural
ni libertad a cualquier precio

Sol
la verdad que me anunciaste
cayó como un cimbronazo
me atravesó hasta doblarme
en estas letras a
llorarte como lloran los poetas
arrancando
en silencio
las palabras
de la carne